La Batalla de Boquerón sigue

Hoy, 29 de septiembre, se recuerdan los 92 años de la batalla de Boquerón en la que las tropas paraguayas lograron retomar el fortín de las fuerzas bolivianas. Pese a que Boquerón y las zonas circundantes de la región se encuentran en franja pujanza, a casi un siglo de la contienda chaqueña, todavía se siguen librando batallas internas por la dignidad y el desarrollo en condiciones operativas mínimas. Ni hablemos de la ingratitud para con los excombatientes.

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Ya no quedan ni sombras casi de los excombatientes de la Guerra del Chaco (1932-1935). Sin embargo, en el epicentro de aquellas batallas contra los bolivianos, y también en sus alrededores, hoy los paraguayos siguen luchando por mantenerse dentro del territorio de una manera digna. La falta de agua, como cuando los soldados hasta morían deshidratados, sigue siendo una calamidad actual en los poblados menos privilegiados de la Región Occidental. Con un chapucero proyecto de acueducto, las comunidades sobreviven como pueden ante la falta de este servicio básico.

Por otro lado, resulta paradójico el modo en que sucesivos gobiernos se han jactado del nivel de desarrollo ganadero, industria, y últimamente el agro en cultivos como los dátiles y otros, en la zona chaqueña pero que hasta hoy no hayan movido un dedo para dotar a la zona de algo tan esencial como una ruta decente, así como conectoras en estado óptimo de cara a la ruta Bioceánica. En este sentido, la inversión no ha acompañado el proyecto de desarrollo de un emprendimiento que en los papeles nos posicionan a nivel internacional en materia de comercio, pero en la práctica todavía tenemos padecimientos de aldea.

Si hablamos de materia energética, tampoco se explica cómo no se han podido implementar iniciativas que doten de luz eléctrica a los chaqueños, tanto las comunidades indígenas, los “paraguayos”, como las industrias. Ante las intrincadas formas de llevar una línea de 500 kv, la opción son las fuentes de energía fotovoltáicas, para las cuales la zona chaqueña, es básicamente un paraíso por su privilegiada geografía para la disposición de granjas solares.

Así las cosas, sin la voluntad de dar el golpe para que Boquerón y todo el Chaco sea un orgullo más allá de una cuestión épica, todavía nos faltará mucho para celebrar con motivos valederos aquella victoria. Aquella por la que corrió sangre paraguaya, lágrimas ante las pérdidas y hoy es solo indignación ante renuncias humanas que, al parecer, no valieron tanto la pena. Así, la batalla de Boquerón, como del Chaco, sigue.

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