El aplauso que buscó Peña

La alegría de los jóvenes que festejaban su día se congeló de pronto cuando apareció en el escenario el presidente Santiago Peña. El festejo se transformó en gritos de indignación que ganaron la calle Palma y luego todo el país por las redes sociales.

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Sin duda Peña fue a buscar aplausos, pero se encontró con jóvenes libres, no con los hurreros profesionales. La escena fue de pureza cívica ejemplar. Nos dijo que hay voces capaces de levantarse contra los azotes que golpean al país: la corrupción, la narcopolítica, el nepotismo, la soberbia, etc., males que representa el gobierno de Peña. En su persona, la juventud descargó su ira con razón.

El régimen que nos gobierna vive en las nubes. No acepta la realidad que tiene delante de los ojos. La bronca juvenil intentó convertir en aplausos. “No, no es enojo, es ovación”, dijeron los cartistas.

En la peregrinación diocesana de San Lorenzo, Departamento Central, los jóvenes denunciaron algunos de los problemas con los que se enfrentan a diario, como el incumplimiento de promesas de las autoridades, la falta de oportunidades educativas y laborales; el nepotismo, la inseguridad, etc. Acerca del nepotismo expresaron: “Observamos con preocupación la prevalencia del nepotismo, una realidad que ya no causa asombro en nuestras autoridades ni les causa la mínima vergüenza. Exigimos con respeto y compromiso, un entorno laboral fundamentado en la igualdad de oportunidades, donde el cumplimiento de las leyes laborales sea la norma, no la excepción”.

Esta igualdad de oportunidades se les niega porque funcionarios, nombrados o electos, llenan los espacios públicos de hijos, esposas, novias, hermanos, etc. sin haber pasado por la norma que se exige a los ciudadanos de a pie: competir en igualdad de condiciones. Como esta igualdad no existe, los jóvenes que se desloman en el estudio, con títulos académicos, ven que se crean sitios para alojar a los ineptos, con altos salarios.

En el afán por desacreditar la actitud ejemplar de la juventud, corrió por ahí la infamia de que se trataba de un pequeño grupo de drogadictos. Es posible que en la multitud hubiera algunos. ¿Por qué? ¿Por qué hay tantos de esos enfermos en nuestro país? Porque los narcotraficantes, que trafican con la vida de las personas, se mueven a sus anchas en las instituciones que deberían denunciarlos y prescindir de ellos. En vez de eso, se los premia. El caso del senador cartista Erico Galeano sintetiza el drama. Gracias a la denuncia fiscal de un posible nexo con el narcotráfico, se lo ascendió a la vicepresidencia de la comisión de deportes que evoca a la juventud. Por sus antecedentes –lavado de dinero proveniente del narcotráfico,

según la acusación fiscal- a Galeano se lo debe tener lejos de los jóvenes sobre quienes caen a diario los malos ejemplos y las prédicas más disparatadas.

Ahí tenemos a la comisión garrote que sostiene la idea de que el trabajo remunerado es un delito. ¿Que el dinero viene del extranjero? ¿Y de qué vive nuestro país? Si el gobierno dejara de recibir un solo día el dinero de afuera, el país estaría peor aún.

La arrogancia es otro de los malos ejemplos. Un cartista criticado por la opinión pública sube de peldaño enseguida. El “abogado” Rivas –el único en el mundo que no ha tenido profesores ni compañeros de estudios- ahora representará al Paraguay en las negociaciones con el Brasil en el tema Itaipú. Casos de premiación a sujetos igualmente pintorescos hay muchos. El mensaje del cartismo es: “A ninguno de los nuestros se le toca”. El caso de Jatar Fernández es otra muestra. Cuando arreciaba la censura por su comportamiento prepotente, el titular de Diputados, Diógenes Latorre, aparece en una fotografía a su lado. Quiere decirnos: “Tiene todo mi apoyo”. Si, es cartista y Jatar puede hacer lo que quiere. Este mismo sujeto integra la comisión garrote presidida por otro de su misma naturaleza.

Con este panorama, político y moral desolador, que Santiago Peña no espere el aplauso de la juventud honesta.

alcibiades@abc.com.py

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