Yerbales y sojización

La medida extrema asumida por algunos agricultores itapuenses de arrancar sus cultivos de yerba mate en señal de protesta por la baja cotización de la materia prima es un acto de profundo sentido simbólico. Al mismo tiempo, contiene un aspecto de pragmatismo económico que deberían observar quienes delinean las políticas económicas del Gobierno.

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El acto de destruir cultivos que llevó años de trabajo hasta alcanzar su etapa de producción expresa la profunda desazón, hartazgo, impotencia, del productor primario que se siente marginado de las políticas económicas, y acogotado por la baja cotización de su materia prima.

El sentido de protesta va también asociado –decía– a un aspecto pragmático: tumbar los yerbales para alquilarlos a productores sojeros. Ni siquiera para cultivar ellos mismos, sino para alquilarlas a productores de soja “porque pagan al contado y por adelantado”, afirmaron algunos de estos agricultores.

Es sabido que el cultivo de soja no es un rubro ideal para el pequeño productor. Se requieren de un nivel de inversión, una logística de gran envergadura y amplia superficie de siembra para que resulte rentable.

Este concepto de “liberar” esos campos de cultivo de yerba para alquilarlos a sojeros se inscribe dentro de una lógica que se viene imponiendo desde hace un par de décadas, o más, en Itapúa, y prácticamente en todo el perfil este del país.

Su correlato es la paulatina despoblación de las zonas rurales, el aumento de la concentración de la tierra y el monocultivo en pocas manos –sea mediante la compra o el alquiler de parcelas–, migración rural hacia centros urbanos donde engrosan los cordones de pobreza, incremento en la demanda de servicios en los conglomerados urbanos, aumento de desocupados que pululan en las grandes ciudades, con su impacto en la inseguridad, delincuencia, entre otros problemas.

La yerba mate (ilex paraguariensis) es para nuestro país mucho más que un rubro agrícola-industrial. Es parte de nuestra historia, de nuestra cultura, de nuestras leyendas. Y podríamos abundar en detalles. Pero más allá de consideraciones “emotivas”, existen razones puramente prácticas para valorar la yerba mate. Su relativa facilidad en los cuidados culturales, su condición de planta perenne, la convierten en uno de los pocos rubros de renta que aseguran un ingreso de dinero contante y sonante a la economía familiar campesina.

Descuidar el rubro yerba mate como fuente de recursos del pequeño productor y factor de arraigo a su chacra; abandonarlo al “libre juego” de la oferta y la demanda, donde un sector reducido pero poderoso impone las reglas, no es la mejor manera de luchar contra la pobreza y promover un desarrollo armónico e integral del país.

jaroa@abc.com.py

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