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Pero volviendo al día de las elecciones, el entusiasmo de los ciudadanos creció tanto que millones salieron a votar, muchos lo hacían por primera vez, se trató de un gran ejemplo de civismo debido a las personas de todas las edades que se acercaron a sufragar esperanzados. Muchos se quedaron a esperar el escrutinio hasta el final, era un día prometedor, sin dudas habría grandes novedades debido al ambiente de fiesta democrática. Cuando se comenzaron a compartir los resultados ya no había dudas del sentido de la mayoría de los votos, la gente apostó a un cambio.
En esos momentos una tormenta de dudas se instaló en el cielo venezolano. El centro de cómputos dejó de transmitir y ya no volvió a emitir datos. La página de la institución nacional que organiza las elecciones daba error. Los veedores y observadores que tenían en su poder las actas no pudieron entregarlas, no eran recibidos y tampoco podían observar lo que ocurría en el interior de esa institución. En el puesto de comando del partido de gobierno se adelantó que lograron una gran victoria, muy al contrario de lo que mostraban todos los primeros resultados que se transmitieron hasta que se cortó toda señal de transparencia. No pasaron 12 horas de “conteos secretos” para que finalmente la Justicia Electoral anunciara la reelección del actual presidente Nicolás Maduro.
Se trató de una jornada de total desprecio a su población, los que deberían estar representados por las autoridades ahora son tratados de imbéciles, muchos se vieron obligados a emigrar, a salir de su patria, dejar atrás a su familia y ahora también pierden su libertad. Sus desaparecidas instituciones democráticas son solo un condimento en esta salsa. Detrás se encuentran muchos años de poder absoluto que no se piensa dejar en manos de nadie. El primer paso para lograr todo esto fue el copamiento de todas las instituciones democráticas, la pérdida de la representatividad partidaria, todo debía pertenecer al partido de gobierno, todo, el parlamento, el ejecutivo y la justicia.
Pero no solamente se desprecia a la democracia, se desprecia la vida y la libertad de sus ciudadanos cansados de la injusticia. Ahora la nueva minoría, junto a sus Fuerzas Armadas y patotas partidarias, decidió que saldría a apresar a todo venezolano que haya emitido una opinión contraria a ellos, que haya transmitido por redes sociales el fraude, que simplemente piense diferente, lo que irónicamente califican como “incitación al odio”.
Sin dudas que la frase: “El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente” se cumple una vez más.