Ykua Bolaños

Se cumplen 20 años de la mayor tragedia que golpeó a nuestro país. Hasta hoy nos quema el alma la recordación de las casi 400 vidas calcinadas en el Ykua Bolaños. Fue el domingo aciago del 1 de agosto de 2004.

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Son 20 años de ausencia en 400 hogares donde todavía se lloran a los seres queridos. Se juntaron muchas coincidencias: fin de mes, día domingo, horas cercanas al mediodía, centenares de clientes y una explosión cuya magnitud no se calibró en los comienzos.

Existen muchas publicaciones que guardan aquel día imposible de olvidar. Son testimonios de quienes se salvaron de milagro, de familiares de las víctimas fatales, pruebas, deducciones de las causas, acusaciones, desencuentros, etc. Repasarlas hoy nos ayuda a percibir la exacta dimensión de la desgracia. Padres que perdieron a sus hijos, hijos a sus padres, hermanos, hogares completamente vacíos. Desde entonces ya no hay un 1 de agosto que pase en silencio.

No es fácil remontarse al 1 de agosto de 2004. La televisión mostraba las escenas de horror que crecían por minutos. No se podía creer que pudiera haber más. Y hubo. Se llegó a cifras espantosas que hasta hoy duelen y asombran.

Los medios de prensa extendieron por el país y el resto del mundo las escenas pavorosas que de inmediato tuvieron respuestas. Los actos solidarios llegaron a raudales de todas partes junto con la expresión de dolor y ofrecimiento de ayuda.

En procura de salvar vidas fue incesante el esfuerzo de bomberos, policías, vecinos. Se enfrentaron al fuego infernal, a la desesperación de las víctimas o de sus familiares que comenzaban a llegar y abrazarse a sus muertos. Sin respiros se daban las escenas conmovedoras, tanto más cuando uno veía a muchas personas arriesgar su vida en el empeño de salvar la ajena. Después vino la tarea difícil de responder estas preguntas: cómo sucedió, por qué sucedió, quiénes eran los responsables. Hubo muchas explicaciones pero ninguna puso la calma a tanta pena inmerecida. Se inició un litigio judicial largo, enredado y trabajoso que nadie iba a ganar.

Casi de inmediato, las autoridades municipales de gran parte del país dispusieron medidas preventivas en los negocios. Las preguntas son -o por lo menos las mías- ¿las casas comerciales ofrecen hoy a sus clientes la seguridad que se les ha exigido? ¿las oficinas municipales respectivas suelen inspeccionar el cumplimiento de las ordenanzas? ¿es seguro comprar en un supermercado o negocios similares? ¿disponen de matafuego, de salida de emergencia? ¿están los empleados capacitados para actuar con eficiencia? ¿reciben instrucciones del cuerpo de bomberos? De todas maneras, por las informaciones que he recabado, a partir del Ykuá Bolaños se han multiplicado las medidas de seguridad a iniciativa de los mismos comerciantes y de las ordenanzas. Ningún empresario querría vivir la experiencia de los propietarios del super de Trinidad a quienes se los había acusado de excesiva codicia. De haber sido así, les salió muy caro.

Con el impacto del Ykua Bolaños, muchas personas al entrar hoy a un negocio se fijan si tiene salida de emergencia. Esta precaución es otro de los efectos de la tragedia y otra prueba de que ella sigue viva en la memoria ciudadana.

Llevaron muchos años, muchos gastos y esfuerzos indecibles levantar en el escenario de la tragedia un santuario. Aquí se guardan los recuerdos de las personas fallecidas y se expresan cada día el cariño hacia ellas. Este santuario incluye actividades artísticas para las que se construyó un cómodo y espacioso auditorio. Teatro, música, danza, son algunas de las actividades que acercan al público la recordación de un día que nunca podrá olvidarse.

alcibiades@abc.com.py

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