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Dándose cuenta de que un cierto agotamiento les afectaba, el Señor les invitó: “Vengan ustedes solos a un lugar desierto para descansar un poco”, porque la muchedumbre insistía en buscarlos.
Esto es sumamente actual: la falta de un apropiado descanso termina generando estrés, ansiedades, depresión, y abre puertas para varias enfermedades psicosomáticas.
Sin embargo, la primera diferencia que debemos hacer es con un pecado capital: la pereza, que sabemos en qué consiste: irresponsabilidad, derroche de tiempo con tonterías, falta de iniciativa y montones de dudosos justificativos para evadirse de todo compromiso.
Intercalar períodos de trabajos con períodos de descanso lleva a la armonía, hace uno más productivo y lo que es muy significativo: da un sabor especial para la vida.
Solemos decir que andamos con mil cosas para hacer, que falta tiempo para todo, que la crisis está apretando demás, y que el gobierno no se importa con el bien común: algo de verdad hay en todo esto.
Para subsanar este cuadro, hemos de aceptar la invitación de Jesús, que nos llama a descansar un poco.
La primera característica importante es estar al lado de Cristo para escucharlo, para disfrutar de su compañía y para aprender lo que Él quiere enseñar. Nuestro descanso sin Jesús, es decir, sin los valores éticos que Él trasmite, termina en frustración, cuando no termina en perversidades.
Descansar con el Maestro exige mirar dentro de sí mismo, tener el corazón enlazado a Su corazón, arrepentirse de las propias macanas y disponerse a un sincero cambio de vida.
De ninguna manera el Señor estimula la desidia, pero Él sabe que necesitamos de tranquilidad para resolver de manera adecuada los problemas, pues su Palabra ilumina nuestras decisiones.
La personalidad del ser humano tiene varias dimensiones, y como es necesario trabajar y ser eficaz para poder honrar los compromisos económicos del alquiler, de la comida, de los estudios de los chicos y tantos otros, también es necesario recrearse.
El descanso fortalece a uno, y se sabe que la persona optimista es una persona que se enferma mucho menos que la pesimista.
En este sentido, hemos de tener en mente de que “Domingo es el día del Señor”, es día de descanso, día de participar gustosamente de la Misa con la familia, aunque todos días debemos encontrar un momento para el sosiego, el silencio interior y la reflexión espiritual.
Paz y bien