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En el círculo del poder no hay político pobre. Es ingenuo preguntarse de dónde surge su riqueza. Ningún político se enriqueció de manera honesta mediante la política. La política no genera dinero genuino como para enriquecer a nadie. Es el saqueo al Estado lo que produce fortunas alevosas.
Diversos organismos internacionales coinciden en clasificar al Paraguay como el segundo país más corrupto de Sudamérica, solo superado por Venezuela. Estas clasificaciones se dan porque internamente se percibe que al poder se llega fundamentalmente para robar. En ello está la fórmula de la riqueza de los políticos.
La corrupción es ya tanta que casi no hay tiempo de asombrarse de tantos hechos que se suceden recurrentemente. A un escándalo sucede otro que hace olvidar al anterior. Y la gente ve pasar eso como un simple espectáculo farandulesco, sin reaccionar, sin asimilar que la corrupción es la que le deja sin medicamentos en los hospitales estatales, la que le obliga a esperar el vergonzoso transporte público durante horas, la que le resta calidad de vida.
Por ejemplo, si no fuera por la insistencia de la prensa y la tenacidad de algunos concejales no doblegados, el misterio sobre los 500 mil millones de guaraníes esfumados de la administración municipal asuncena iba a estar ya en el olvido.
Claro, el intendente municipal, en una demostración de poder infeccioso, logró que sus compinches de la Junta Municipal (incluidos presuntos “opositores”, como el inextinguible Augusto Wagner) le habilitaran otro préstamo multimillonario para que siga malversando, y hunda más a la postrada Asunción en una hipoteca de la cual no le será fácil salir.
Cuando el periodismo lo acosó con la pregunta sobre el dinero, el intendente intentó la victimización de siempre: es una persecución política.
La Municipalidad asuncena es un foco de corrupción que pronto será un problema nacional. Su administración es insostenible, aun cuando los corruptos internos traten de patear el embrollo para adelante. De ahí emergen inequívocas señales que dan la pauta de que la plata de la ciudadanía capitalina va a destinos irritantes: hay que ver nomás las lujuriosas mansiones del exjefe de Gabinete del señor Nenecho, un sujeto llamado Wilfrido Cáceres, que opacan a algunas de las que aparecen en revistas especializadas. ¡Oh, ardiente ostentación!
Ya que estamos, no podemos olvidar a la señora esposa del intendente, convertida en senadora por la ANR. El precio de ese curul no es accesible a cualquiera. Y ahora aparece también su mansión cuyo valor tampoco es accesible a cualquiera. ¿Me explico?
Pero ya está ella situándose defensivamente en condición de “perseguida política”.
Esta maldita prensa que no deja a los políticos malversar y ostentar en paz…
nerifarina@gmail.com