“No fusila, pero deja un lastre”

“La gente se olvida (...) que hay una dictadura blanca, muy peligrosa, que no fusila, que no mata, pero que dejará un lastre muy fuerte”. Palabras de Josep Tarradellas, político español, expresidente de la Generalitat de Catalunya, que vivió en el exilio durante la dictadura franquista.

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Unas declaraciones que datan de finales de la década de 1980, pero parecieran expresiones nada más de ayer o de esta semana.

Me salieron al paso mientras, coincidentemente, navegaba por el sitio web de los periódicos españoles ABC y El País buscando info para un trabajo práctico enfocado a la comunicación estratégica.

Llegó en tiempo oportuno, o al menos eso parece, atendiendo el camino que va tomando el proyecto de ley “Que establece el control, la transparencia y la rendición de cuentas de las organizaciones sin fines de lucro” o “Ley ONG” en Paraguay.

Spóiler. Dudo que algún ciudadano esté hoy ajeno o pondría en duda que a la administración de los recursos públicos le haga falta ver la luz, cuando sobran ejemplos de malversaciones y dudas sobre el destino de los aportes de quienes sostienen el Estado: los contribuyentes. Los ejemplos sobran para describir los paupérrimos servicios públicos que padecen los ciudadanos y que se arrastran de sucesivas administraciones.

Presentan a las ONG, que al final son utilizadas “como conejillos de Indias” como vías para llegar a otros objetivos y a la vista de quienes promueven el proyecto de ley son “monstruos” foráneos. Las incoherencias de la selva política, cuando el mismo Gobierno recurre a organismos extranjeros como UNOPS y OIE, para gestiones, licitaciones y otros, que no son gratis.

Las academias con enfoque en las ciencias políticas actualmente dedican vastas horas al estudio de lo que llaman “dictaduras modernas”, la “dictadura blanda” y la “democradura”, así como la evolución misma del autócrata, dictador y del “único líder”, hoy vestido de republicano.

Las conclusiones iniciales son variopintas, pero una en particular resalta que hoy se valen de las nuevas herramientas tecnológicas, agitan a los nostálgicos del uso de la fuerza –no precisamente militar– y a los falsos nacionalistas para reprimir y disfrazar de democracia sus planes con leyes –aprovechando una mayoría coyuntural– para censurar cualquier disidencia, comprando lealtades (de las que en el fondo dudan, porque cuando “acaba la plata acaba el amor”), con tal de mantener el poder, ávido de controlar todo el Estado, superado por sus propósitos personalistas.

Tras esos “faros” que pretenden imponer hay oscuridad de la que bien conocen las generaciones libertarias de nuestros padres y abuelos.

viviana@abc.com.py

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