Un país donde lo organizado sea la cultura

Uno peligro agudo en el Paraguay es el avance incontenible del crimen organizado. Esto sacude la institucionalidad de la República y pone en peligro el desarrollo humano, la paz social. En contrapartida, existe la imperiosa necesidad de que emerja la cultura organizada, como resistencia y respuesta a la barbarie. La Feria del Libro es una fortaleza para instalar tal resistencia.

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La FIL es el planeta de libros en el que puede abrevar la ciudadanía que busca lucidez, raciocinio y goce estético que son capaces de proporcionar los libros.

Cada año la iniciativa privada de editores, libreros y gremios literarios se sacude de las limitaciones —especialmente las financieras— para desatar la fiesta, convocar a la gente y poner un libro en su camino. La Feria es un sembradío de ciudadanía. Una persona cultivada intelectualmente será el contrapeso para la marabunta salvaje alimentada por los inacabables fondos de la mafia protegida a veces por quienes debieran enfrentarla.

El crimen organizado no crece sin el auxilio de poder constituido, muy vulnerable por los recursos económicos desmesurados que manejan los filibusteros.

He aquí la razón por la que la contienda entre el crimen organizado y la cultura organizada sea tan desigual en posibilidades y en fondos.

En nuestro país la cultura sigue siendo la Cenicienta presupuestaria. El eslabón más débil a la hora del otorgamiento de recursos para su actividad, pese a ser la fuente más notoria de identidad humana y base sobre la cual se erige más fácilmente una persona hacia su desarrollo integral. Y es también la mayor fuente de orgullo nacional. Porque son artistas, escritores, creadores de diversas disciplinas, actores, actrices, músicos, quienes mayor prestigio otorgan al país.

Tantas veces debe la cultura pasar por la humillación de necesitar fondos y no encontrarlos para sus fines de trabajar en pos de una mejor imagen país.

El propio presidente de la República, Santiago Peña, reconoció el pasado 14 de junio, en la entrega de fondos a proyectos culturales a cargo de la Secretaría Nacional de Cultura, la insuficiencia de los fondos para responder a tantas posibilidades creativas.

Es perentorio poner en marcha la Ley del Libro, establecer la Comisión Nacional pertinente y disponer de los fondos para instaurar la tan necesaria revolución cultural sustentada por el libro. La lectura placentera y el acceso al conocimiento mediante la lectura son derechos inalienables de todo ser humano; de todos los estratos socioeconómicos y de todas las regiones del país.

Si tuviéramos, por ejemplo, un Congreso con mayor capacidad de incentivar la cultura antes que el nepotismo, la corrupción regional y nacional; si fueran electos más pensadores que bufones, más personas libres que títeres, podríamos pensar en un país mejor.

Mientras en la Feria pasamos revista a tantos libros, vayamos pensando que ellos nos harán libres y harán que resistamos para tentar vencer al crimen organizado oponiéndole la cultura organizada. Esto necesita de un Estado honrado que respalde la iniciativa cultural privada y pública.

nerifarina@gmail.com

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