Gobernar con los cortesanos

En las antiguas cortes el rey ejercía su autoridad rodeado de nobles que intentaban acomodarse -ellos y sus familias- o mantener los privilegios que ya tenían por sobre la población. Ser un cortesano no solamente implicaba haber heredado la sangre azul, también requería de la destreza de saber ubicarse a pesar de cualquier situación desfavorable que lo podía enviar al destierro o la llanura.

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Aunque no tener ningún privilegio debió ser mil veces más difícil para “los comunes”(utilizando el término de un exdiputado devenido a bailarín) depender del humor de una persona debió tener su grado de dificultad y saber moverse en ese mundo requería de habilidad. El “trabajo” de los primeros anillos consistía en manejar la información adecuada, y si no era favorable se inventaba un rumor que corría como reguero de pólvora y los volvía a posicionar bien.

Todos juraban lealtad al rey indefectiblemente, pero si el mismo moría o era reemplazado le juraban lealtad al nuevo monarca, “A rey muerto, rey puesto”, se dice desde entonces. En otras palabras, estaban “a muerte” con el rey mientras estaba sentado en el trono, así como los leales a Stroessner prometían acompañarlo “hasta las últimas consecuencias”, lo que duró exactamente hasta la madrugada del 3 de febrero de 1989.

Tenemos cientos de ejemplos de la aplicación de la cultura cortesana y sus consecuencias en nuestro país, ¿cuántos presidentes hicieron campaña contra la reelección y después aseguraron que el pueblo les pidió otro periodo?. Hace poco el ministro del Interior Enrique Riera aseguró que, según estudios, Paraguay era uno de los más seguros de la región basado en una página web con datos insuficientes e inchequeables que seguramente le hicieron llegar.

Durante el esplendor del Imperio Romano apareció una costumbre que es digna de recordar. Un general desfilaba victorioso y a toda pompa por las calles de la antigua Roma, algo parecido a los miembros de un equipo de fútbol que salió campeón y cree en ese momento que la gloria es para siempre, mientras iba detrás de él un siervo que le recordaba la fugacidad de la naturaleza humana, “memento mori” (recuerda que morirás) era la frase latina utilizada que evitaba que se crean dioses omnipotentes o que la soberbia domine sus actos.

Algunos siglos después y en plena democracia muchos gobernantes siguen ebrios bajo los efectos del poder y hasta hablan de cómo llegarán victoriosos al próximo periodo presidencial o al próximo parlamento para el que faltan 4 años, otros quieren extender sus años como concejales o intendentes. La ventaja que tenemos hoy es que ya no vivimos en monarquía ¿o sí?

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