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Sí, se mintió mucho en la sesión cuando se trató el proyecto de ley. Los diputados ensayaron llamativas razones para justificar su voto en contra. Uno dijo que se oponía porque la propuesta apuntaba contra Horacio Cartes. Otro, como Alejandro Aguilera, dijo: “Si realmente la oposición quiere hacer planteamientos en materia impositiva, primero debería ganar elecciones”. Mientras tanto, que esté con la boca cerrada. De todos modos, en una democracia habrá siempre minorías y opositores. En unas elecciones nunca ganan todos los candidatos. Es la regla democrática y el sentido común que. Aguilera no entiende.
El Partido Liberal, de la bancada A, por boca de Jorge Ávalos Mariño, justificó su negativa porque ya existe una ley que permite al Ejecutivo elevar del actual 22 al 24 por ciento. ¿Alguien cree, en su sano juicio, que Santiago Peña firmaría un decreto “contra” Cartes?
Otro diputado, Jatar Fernández –afin al cartismo- tuvo la modestia de admitir su limitación intelectual pero, no obstante, aseguró tener “un poco más de cerebro” de los que dicen “estupideces” al fundamentar su apoyo al aumento del 2%. Y Jatar, para demostrar que no dice estupideces, pidió que se aumente también el impuesto a las gaseosas porque causan diabetes.
En la misma línea de Jatar Fernández, Santiago Peña dijo: “Podemos pensar en otros productos que son también dañinos para la salud como el alcohol, las bebidas azucaradas y muchos otros”. El problema es que ninguno de esos productos es tan perjudicial a la salud humana como el tabaco. Es posible que Jatar Fernández no lo sepa, pero no podemos decir lo mismo de Peña bajo cuya administración gubernamental está el ministerio de Salud Pública. Este organismo nos dice que en el Paraguay fallecen cada año más de tres mil personas debido a enfermedades asociadas al consumo de tabaco.
En nuestro país el cigarrillo es mucho más barato que en países vecinos porque el impuesto es también mucho más bajo. Los expertos dicen que la nicotina es más adictiva que la cocaína y la heroína. Como una forma de limitar el consumo del cigarrillo, sobre todo entre los jóvenes, los países de todo el mundo cobran un elevado impuesto al tabaco. A esta medida se agregan muchas otras como la prohibición de fumar en lugares cerrados. Se busca, también, preservar la salud de los que no fuman porque el humo igualmente les dañan. Esta medida no se toma contra las bebidas azucaradas que se pueden consumir en sitios cerrados. No hay ningún peligro de que el gas dañe el estómago del vecino de quien las consume. Es un despropósito, entonces, comparar el tabaco con la gaseosa.
En Google aparecen estos datos que no deberían tomarse a la ligera: A más de las 3.000 muertes anuales, el tabaquismo genera un costo directo anual de 1,5 billones de guaraníes lo que equivale al 1,09% de todo el producto bruto interno (PB I) del país y el 12, 1% de todo el gasto público anual en salud. La recaudación impositiva por la venta de cigarrillos es alrededor de 318.945 millones anuales, un valor que apenas llega al 20% de los gastos directos provocados por el cigarrillo en el sistema de salud. O sea, con el impuesto de la ciudadanía hay que cubrir el 80% de los gastos en el tratamiento médico de los fumadores. Esta enorme brecha podría reducirse con un poco más de impuesto. En definitiva, por encima del dinero está la salud pública obstaculizada por la codicia de los tabacaleros que temen perder consumidores si los cigarrillos costasen un poco más caro.
Señores diputados cartistas y satélites: el tabaco daña la salud. Fumen, por favor.