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La relación con el estado taiwanés tiene una larga historia que se remonta a la época de la dictadura y que ambos países han sabido cuidar en un marco de amistad que hasta la fecha se ha caracterizado mucho más por generosas colaboraciones del país asiático hacia distintos gobiernos que se han sucedido — desde julio del año 1957 — que por una “sociedad” política y económica que pueda aportar mayores beneficios sobre todo al Paraguay.
Las razones pueden enumerarse largamente pero la responsabilidad sobre la calidad de tales vínculos son exclusivamente autóctonas. Es que esta relación es mucho más política que diplomática o económica. Si bien es cierto que los votos recurrentes de nuestro país para que Taiwán sea reconocida por la OMS y otros organismos internacionales, no han sido suficientes para darle jerarquía y señorío al potencial que tenemos ambas naciones, para posicionarnos ante el mundo como una alianza que traiga algo más que anécdotas políticas y sinsabores al momento de sentarnos en otros foros donde la República de China Popular se muestra como una potencia ascendente — hoy con muchos problemas internos — y pujante rumbo a un liderazgo global y una alternativa a la hegemonía de los Estados Unidos como la potencia económica y militar hegemónica global.
¿Qué pasa con las relaciones con China? Es una pregunta cada vez más recurrente en los sectores que mueven la economía nacional principalmente a partir de las cada vez más exigentes normas exigidas por mercados tradicionales que, detrás de un ropaje de “buenas prácticas socioambientales” esconden una protección cada vez mayor de sus mercados regionales o locales.
Analizando los hechos a partir de la experiencia de los últimos veinte años interactuando con stakeholders del sector público y especialmente del Congreso, es muy importante indicar que aunque el Poder Ejecutivo dispusiese un giro en la política reconociendo a China Popular, es prácticamente imposible que tal iniciativa tenga alguna esperanza de éxito en ambas cámaras del congreso. Setenta años de relaciones de amistad suponen un flujo permanente de interacciones personales de dirigentes políticos de las más altas esferas de ambos países que desarman cualquier hipótesis de éxito de un eventual cambio de posición respecto al reconocimiento oficial de nuestro país.
La política persuasiva de los asiáticos en general, y de Taiwán para con nosotros en particular, es muy efectiva para solidificar los lazos construidos y mantener el statu quo en temas de alta relevancia como lo que hoy significa este nivel de relación que hemos desarrollado con la República de Taiwán.
Pero el problema no es de los mercados sino de la estrategia.
Es bastante frustrante mirar en retrospectiva y descubrir que en medio siglo lo que hemos hecho como país con Taiwán fue esperar ayudas a cambio de posicionamientos políticos en foros que, si bien han sido de un gesto diplomático de relevancia, no tuvieron un impacto más allá de lo mediático en la agenda geopolítica global en beneficio de Taiwán.
Llegó el momento de madurar nuestra relación y dejar la “adolescencia” en política internacional para madurar y convertirnos en socios estratégicos de Taiwán.
- La relación entre EEUU y Taiwán se ha convertido en una de las alianzas más importantes de la historia reciente por la capacidad casi única de producción de microchips por parte de este último país del cual depende sino toda, casi toda la tecnología de última generación en ordenadores. La prohibición absoluta del gobierno norteamericano a sus empresas de operar con semiconductores chinos, puede abrir un espacio estratégico para el Paraguay. ¿sí? ¡Sí!
- La gigante TSMC, a quienes se les suman MediaTek, ASE Technology Holdings, United Microelectronics Corp, Novatek Microelectronics (filial de UMC) y Realtek Semiconductor son hoy por hoy las empresas más importantes del mundo. Se reitera: las más importantes del mundo.
- Los desaires que hemos tenido para con el gobierno taiwanés por solo mencionar el último: el ofrecimiento de la instalación de la Universidad Tecnológica de Taiwán en Paraguay a la que aún no hemos respondido siquiera con un plan de obras para la instalación de la misma es una muestra que sirve como un botón sobre la ligereza con la que tomamos las políticas de desarrollo cuando hablamos de un socio estratégico.
- Debemos — stakeholders políticos, económicos, públicos y privados — dejar ese pensamiento conformista y mediocre de pensar que no podemos llegar a un acuerdo con Taiwán para ofrecerles condiciones favorables económicas de infraestructura, energía y mano de obra al menos para prepara los elementos más básicos para ingresar en la logística o línea de producción de semiconductores así sea al menos para participar al inicio de la cadena de producción de los mismos, siguiendo el exitoso ejemplo de las empresas autopartistas de maquila que han demostrado un éxito indiscutido en la provisión de autopiezas para el mercado de ensamblaje de vehículos del Brasil. Reiteramos ¿por qué no Taiwán, nuestro amigo y aliado histórico?.
- Tenemos chicos brillantes estudiando en Taiwán. ¿Por qué no alentarlos a que hagan de Taipei una cabeza de playa de los productos paraguayos para el sudeste asiático? Les ahorro la respuesta: creemos que “no se puede”. Y eso no es verdad.
Madurar supone reconocer capacidades propias que dependen el ejercicio individual y dejar de poner en otros los fracasos que se deben a nuestras propias omisiones o conformidad.
Madurar supone entender la oportunidad histórica de la particular relación actual de dos potencias Estados Unidos y Taiwán y jugar de manera estratégica el rol que será más o menos importante de acuerdo a nuestras ambiciones en pro del desarrollo de nuestro país.