Sobre leche derramada y recursos dilapidados

Cuando niños, muchos tuvimos el privilegio de leer el cuento “La Lecherita”, adaptación de la fábula de Félix M. Samaniego. Recordando este breve material de la literatura infantil, el mismo tenía como protagonista a una niña que llevaba un cántaro de leche al mercado para venderla, anticipando mentalmente lo que haría con ese dinero. Tenía pensado comprar pollitos, venderlos luego como pollos, adquirir un cerdo y después con el importe de su venta comprar otra vaca. Así, mientras daba rienda suelta a sus sueños desatendió el camino, y tropezando con una piedra el cántaro se hizo añicos y la leche se perdió.

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De este cuento deviene la expresión “llorar sobre la leche derramada”, que no significa otra cosa más que dejar en claro que es en vano lamentarse por algo que ya ocurrió. De alguna forma, este relato nos viene a la mente cuando nos informamos que, en forma poco clara, la Junta Municipal de Asunción en uso de sus atribuciones como tal, autorizó pocas semanas atrás la emisión de bonos. Los mismos saldrían al mercado en breve a través de la bolsa de valores y aparentemente gozan de buena reputación y generan interés en el mercado: Todo esto, según la versión oficial.

Al igual que nuestra niña del cuento, las autoridades de la comuna ya se hacen ilusiones con el uso que darán a estos recursos. Con los mismos, según explicado desde la Junta, el municipio se fondearía para encarar obras de infraestructura, reparaciones pendientes como también la construcción de cuencas de desagüe, todos ellos proyectos necesarios y postergados desde hace bastante tiempo. Lo que no queda claro es cómo se honrarán dichos bonos a futuro.

En estos momentos, la administración comunal no tiene forma de explicar de qué manera se utilizaron o dónde se encuentran los cerca de 70 millones de dólares correspondientes a la primera emisión, existiendo fundamentadas sospechas de que fueron desviados, por lo menos en parte importante, del uso al que estaban previstos. Por otro lado, mientras se enredan los hechos y estas interrogantes no encuentran respuesta, ya se están comenzando las obras de desagüe en el Barrio San Pablo.

Semejante a nuestra niña soñadora, el ejecutivo comunal no pierde ocasión para mencionar que a la Municipalidad de Asunción se le deben cientos de miles de millones de guaraníes en concepto de impuestos y multas no pagadas, más sus intereses. Y quizás con la misma candidez que la lecherita, tenga la intención de cubrir los bonos, nuevos y viejos, con el producto de la cobranza de dichos importes. De vuelta a la realidad, nada indica que aquello vaya a ocurrir. Ni que se cobren los saldos atrasados - ¿si no se pagaron hasta ahora, a cuenta de qué más adelante? – ni que los bonos sean cubiertos alguna vez.

Al igual que en el camino de la protagonista del cuento, sobran piedras en la administración del Intendente de nuestra capital. Y las mismas plantean un panorama complicado: a partir de las denuncias en torno el mal uso dado a parte de los bonos anteriores se puede inferir que habrían sido utilizados para pagar salarios. Y las condiciones están dadas para que esta situación se repita una y más veces en el futuro, porque basta con recorrer una vez las instalaciones del palacio municipal para darse cuenta de la sobrepoblación de funcionarios, parte importante de ellos pertenecientes al cuoteo político.

No estamos ante una mentira proselitista: En ningún momento antes o después de haber sido electo, nuestro Intendente presentó un proyecto para disminuir esta gigantesca como pesada estructura. El exceso de personal es tan obvio que muchos ni siquiera pueden disimilar que no tienen funciones, y una gran cantidad tampoco cumplen horarios o están asignados a una dependencia en particular. Una carga demasiado pesada que ninguna institución puede soportar.

Los bonos a emitir, por más que redunden buenas intenciones, no podrán ser correctamente ejecutados, es decir direccionados a obras específicas, mientras la institución no empiece siquiera a hacer más eficaz su funcionamiento y estructura, comenzando por el talento humano. Un problema generalizado en el Estado, pero particularmente llamativo aquí. Sin la voluntad política de hacer esto, en menos de 24 meses con esta emisión volverá a ocurrir exactamente lo mismo que con la anterior. Para entonces, nos gusten o no los cuentos infantiles, estaremos llorando nuevamente sobre estos recursos dilapidados.

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