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Cuando surgen eventos que no afectan directamente a su grupo político, el presidente Peña apela a la importancia de la institucionalidad y la independencia de los Poderes del Estado. La pérdida de investidura de la exsenadora Kattya González (PEN) es una clara muestra de ello. Esta postura parece, a primera vista, una defensa de los principios democráticos y de la separación de poderes. Sin embargo, resulta evidente que esta coherencia se diluye cuando los intereses de su entorno político están en juego.
El caso del senador Erico Galeano (ANR, HC) se erige como muestra de esta conducta selectiva por parte del Presidente. Durante el proceso de estudio del des-desafuero de Galeano en el Senado, Santiago Peña no dudó en expresar su opinión, incluso en el marco de una conferencia en Uruguay, defendiendo al parlamentario y criticando a la Fiscalía por no presentar -supuestamente- a tiempo la acusación. Este comportamiento contrastó fuertemente con su usual reticencia a opinar en otros casos, lo que genera suspicacias sobre su verdadera motivación.
El último viernes, el Ministerio Público finalmente presentó (en tiempo) la acusación formal contra Galeano. Lejos de mantenerse al margen y dejar que el proceso judicial siga su curso independiente, el presidente nuevamente intervino, esta vez cuestionando la validez de las pruebas presentadas. Esta doble vara en su comportamiento ha dejado en evidencia una falta de coherencia que socava la confianza pública en su liderazgo.
La institucionalidad y la independencia de los poderes no deben ser banderas que se levantan solo cuando conviene. La coherencia en el discurso y en la acción es fundamental para mantener la credibilidad y la legitimidad de cualquier liderazgo político. El Presidente Peña debe reflexionar sobre estas incongruencias y considerar el impacto que sus acciones tienen en la percepción pública y en la salud democrática del país.
Cuando, como pueblo, se ve al capitán del barco sentarse a un solo lado del “sube y baja” y ese lado es monocromático, podemos ver con preocupación un desequilibrio peligroso en el juego democrático de nuestro país.