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El simple hecho de que todo el país tenga que “pagar” parte del pasaje de los que viven en Asunción denota el privilegio que tienen los que viven en la capital. El año pasado, el gobierno de Santiago Peña, desembolsó un total de G. 332.550 millones (US$ 46 millones) en subsidios al transporte público del Área Metropolitana de Asunción (AMA), según reporta el Viceministerio de Transporte (VMT). El monto se quintuplicó en los últimos cuatro años.
En un país tan centralizado cómo el nuestro es desalentador proponer cualquier mejora o cambios en el interior del país porque casi nunca las autoridades comprenden la dinámica y la necesidad de cada zona con realidades tan diversas.
Muchas veces lo que para los de la capital es un gran escándalo pasa desapercibido en el interior del país, donde las personas tienen el gran desafío de llevar el pan de cada día a la mesa, no dejando lugar para ocuparnos de otras cosas. Cuando el estómago ruge, definitivamente no hay tiempo para sentarnos a debatir sobre nada.
Esta marginación no solo se refleja en la distribución de los recursos públicos sino en muchos otros aspectos. Es como si, por el solo hecho de ser del interior del país sea considerado un ciudadano de segunda, que merece menos que los de la capital.
Es lo mismo que está ocurriendo con el plan Hambre cero, el principal argumento es que los recursos se malgastan por intendentes y gobernadores del interior del país como si los políticos de la capital no robaran o no despilfarraron los recursos públicos para dar millonarios sueldos a su familiares.
La marginación de los que vivimos en el fondo es una realidad lamentable y palpable. Se refleja en la falta de hospitales de alta complejidad pese a que hay zonas altamente pobladas, en la falta de caminos de todo tiempo que deja aislada a miles de familia, a los colegios y escuelas en mal estado, por citar solo algunos.
Esta marginación está llegando a niveles intolerables en muchas ocasiones, y si no se hace nada para cambiar esta situación, ese descontento puede causar una verdadera explosión social. Sin embargo, no solo es una tarea pendiente para las autoridades sino que, como paraguayos, tenemos la tarea de unir esfuerzos para reivindicar a los marginados del fondo.