Los tiempos cambian

En el New York Times, Elda Cantú escribe sobre la historia de un abusador de menores de cuando todavía la sociedad consentía la relación de una persona abusadora mayor con una persona menor, con el argumento de que hubo consentimiento.

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Es el caso de Gabriel Matzneff, escritor francés, ahora octogenario, quien vivió con una adolescente de 14 años y además tenía contactos frecuentes con niños de otro país, hasta donde viajaba con frecuencia para tal efecto. No se trata de un descubrimiento tardío de algo que se venía manteniendo en la clandestinidad, ya que el abusador relataba sus “hazañas” en algunos de sus libros. Y como si no fuera suficiente, se codeaba con celebridades “cosechaba elogios del presidente” y de una pensión vitalicia.

El seguía disfrutando de sus “éxitos” hasta que apareció el libro de una de sus víctimas, Vanesa Springora, que cuenta la historia, la misma que cuenta el propio abusador, pero en otro contexto y en otra época. Hoy, la sociedad francesa se sostiene sobre algunos debates revisionistas; uno de los principales: la relación sexual por consentimiento.

No solo en Francia antes era la relación de un adulto con una menor una cuestión de consentimiento. Lo fue en todo el mundo, pero no en todas partes aún, el abusador es considerado como lo que es: un violador. El escritor en cuestión deberá enfrentar ahora un cargo ante la justicia.

Como nunca en este caso la remanida frase “los tiempos cambian” encuentra razón de ser. Cada vez existe menos tolerancia al abuso, sea en forma de acoso o violación. El acoso, el abuso y la violación –como se sabe- no son solamente de índole sexual. Hay muchas formas, y cada vez los castigos para sus autores y encubridores son más severos.

Llegará el día en que el castigo por el acoso y abuso de poder y violación legal y constitucional contra la democracia sean equiparados en materia de rigurosidad al abuso sexual, y los autores no solo devolverán sus fueros, sino irán a la cárcel, no podrán ejercer nunca más cargos públicos y se les negará pasaporte. Ya no se podrá alegar mayoría, que en este caso sería como alegar consentimiento para una violación. Lo mismo puede decirse que ocurrirá, alguna vez, con la corrupción.

Lástima un tanto reconocerlo, pero el caso de violación grosera del reglamento interno de la Cámara de Senadores y de la propia Constitución para la pérdida de investidura de la senadora Kattya González nos coloca aún en la época en que las violaciones se hacen por consentimiento.

Los 23 violadores tienen nombres y apellidos y quienes dieron su consentimiento para la violación son quienes los votaron. Se les avisó cómo son y cómo actuarán. Que importa, claro, como en la época en que una persona mayor, “prestigiosa y de renombre”, podía vivir con una menor o tener encuentros cariñosos con niños socialmente vulnerables.

Pero los tiempos cambian. Ya llegará la hora que los corruptos y violadores serán solo eso, corruptos y violadores, no importa de qué, y recibirán el castigo correspondiente. A muchos de los violadores de la actual Cámara de Senadores, puede aún alcanzar esa época, a otros, tal vez no. Tan solo recuerden que en la antigüedad robar era solo un pecado.

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