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La llegada al país de los restos de Flores, el 11 de noviembre de 1991, significó el triunfo de una causa largamente peleada y soñada. Murió en la Argentina en mayo de 1972. Con la prohibición inhumana del estronismo, se creó una comisión que corriera con los trámites de repatriación, pero cada uno de sus miembros fue citado a acudir al despacho del viceministro del Interior, el cual advirtió que el gobierno no daría su autorización; que los restos de Flores nunca vendrían al Paraguay.
No obstante, la comisión venía trabajando en silencio junto con otra que se había formado en Buenos Aires, con el mismo propósito.
Recién con la caída del estronismo se hizo posible que las gestiones continuaran en los dos países. Fue así que Flores regresó a su patria y se le pudo rendir, en libertad, los homenajes que desde hacía tiempo se le quería expresar. Hoy sus restos descansan en el mismo sitio que lleva también el nombre, unido al suyo por sus creaciones poéticas y entrañable amistad, el gran Manuel Ortíz Guerrero.
Persigue a las grandes personalidades el tormento de la persecución de los mediocres. Es como una maldición, como el precio que deben pagar por su talento y su ética. El maestro José Asunción Flores no es la excepción. Hasta hoy, desde su fallecimiento en 1972, hay todavía voces discordantes que pretenden negar o minimizar la creación musical que Flores dio a su patria como identidad nacional: la guarania.
Afortunadamente existen muchos documentos, y escritores y periodistas que los estudian, para darle al maestro lo que es del maestro.
La mezquindad le ha perseguido siempre. Desde sus primeros hallazgos, desde la difusión de sus creaciones inaugurales, se ha pretendido –se pretende aún- empañar sus méritos. ¿Los motivos? He aquí el drama: ni siquiera hay motivos, es por la pura estupidez.
Cansado de tantas mentiras, José Asunción Flores escribió su defensa. No para defenderse de la mediocridad, sino para dejarnos su valioso testimonio. Él no necesitaba protegerse sino contarnos con entera y a veces ruda sinceridad su apasionada y apasionante vida de artista. Una vida entregada en su totalidad a la música.
El libro contiene el pensamiento y la acción del maestro. En cada línea hay rastros de su preocupación, indignación, fastidio, del tiempo que le tocó vivir. También hay esperanzas, optimismo, espera de un mañana mejor para su patria. Está la grandeza de su alma y su talento.
En el original de este libro único se percibe que lo escribió a las apuradas, apretado, tal vez, por la urgencia de contar no su verdad sino la verdad. He aquí uno de los méritos de estas memorias. Gracias a ellas se ratifica lo que siempre se supo y siempre se ha querido escamotear: es el único creador de la guarania. Naturalmente, recibió después el apoyo, la colaboración, la simpatía, de muchos músicos, creadores e intérpretes.
En cualquier momento hubiera sido ponderable la aparición de estas memorias. Hoy lo es igualmente, a tantos años de su fallecimiento. Es un documento de primera mano, incuestionable, para afianzar su gloria y silenciar –aunque muy difícil- las intrigas, difamaciones, maldades que aún rodean su nombre.
En fin, cada día que pasa son de recordación las obras y la conducta del maestro José Asunción Flores, creador de la guarania.
El derrumbe de la dictadura fue también el de la maldad sin sentido que procuró apartar al maestro de su pueblo.