El acuerdo que la UE no quiere

Con más de dos décadas de negociaciones y con más desencuentros que coincidencias, representantes del Mercosur y la UE sostienen “para la exportación” que es un acuerdo muy necesario y beneficioso. Pero en la práctica y a la luz de las dificultades para su rúbrica, no podemos dejar de preguntarnos ¿quién se beneficia con esta indefinición? ¿Por qué la UE no dice de una buen a vez que en realidad no quiere acordar nada?

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El acuerdo hasta ahora se percibe por algunos como una estrategia de la UE para profundizar su influencia en el hemisferio sur, con una posible intención de dictar las reglas del juego en favor de sus intereses económicos bajo la premisa de la cooperación comercial.

La crítica se intensifica por algunos sectores que sostienen que la UE busca proteger sus propios intereses mediante la prescripción de términos comerciales que podrían no considerar justamente las diversas capacidades económicas y los distintos niveles de desarrollo industrial de los países del Mercosur.

Las protestas de agricultores franceses que se oponen a la rúbrica del acuerdo son síntoma de ello. El pasado viernes el primer ministro francés, Gabriel Attal enfatizó la oposición de su país a este acuerdo recordando así también la postura del presidente Emmanuel Macron.

En teoría, el acuerdo que incluye tres pilares: diálogo político, cooperación y comercio, contempla la eliminación de barreras arancelarias y no arancelarias. MERCOSUR liberalizaría el 91% de sus importaciones y la UE el 92% de sus importaciones. Pero en la práctica sería cuestión de ajustarse a los deseos de un sector.

Es lícito que cada parte busque su beneficio. Pero el gobierno francés, con el presidente Macron a la cabeza, quien se opone al acuerdo con el Mercosur, anticipa que dejaría dicho convenio sin efecto, dada la necesidad de que sea ratificado por los 27 parlamentos de los Estados miembros de la UE.

A pesar de que los cancilleres del Mercosur acordaron recientemente avanzar, la firme posición de Francia, anunciada ya inclusive en diciembre en la Cumbre de la COP28, suscita serias reflexiones sobre el equilibrio del acuerdo. Macron justifica su reticencia basándose en la ausencia de reciprocidad en normas medioambientales entre la UE y el Mercosur, señalando las directrices europeas como las más rigurosas del planeta.

Cualquier acuerdo debe ser acompañado de políticas que aseguren un desarrollo equitativo y sostenible, protegiendo a las industrias vulnerables y fomentando prácticas comerciales responsables. Eso aquí no se está viendo.

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