Los paraguayos y el mar (II)

Los preparativos comenzaron un par de meses atrás, cuando el papá anunció un domingo en la mesa familiar “prepárense todos, a fines de enero nos vamos a la playa”. En ese momento como que se activó una alarma en la familia, a partir de la cual todos sus integrantes, cada uno desde su posición y de acuerdo a sus responsabilidades, empezó a organizarse en vistas el lindo viaje prometido.

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De esta forma, el grupo familiar se sumará a los más de 150 mil paraguayos que van cada año de vacaciones al Brasil, en su gran mayoría a las playas, que no precisan de ninguna publicidad. El clima, la facilidad de un idioma que no complica demasiado y la enorme oferta de alojamientos y gastronomía hacen posible que el litoral atlántico brasilero siga siendo la Meca del turista guaraní.

¿Por qué justamente a la playa? Tampoco requiere de demasiada explicación. Para cualquier que haya vivido -y conseguido sobrevivir- a un par de temporadas estivales en nuestro país, está más que claro que la posibilidad de alejarse, aunque sea por un rato de los calores y disfrutar del paliativo marítimo, es un bálsamo casi mágico. Coincide además con la época de vacaciones de los hijos en edad escolar, lo cual no es un tema menor. Y siendo como somos un país mediterráneo, el reencuentro con el mar es siempre una fiesta en sí misma.

También debemos tomar en cuenta -y esto posiblemente hasta tenga una explicación científica- que necesitamos cada tanto alejarnos de la rutina habitual, también del estrés que nos ocasiona la cotidianeidad con sus idas y venidas. Hace bien al cuerpo y al espíritu dejar, aunque sea muy de vez en cuando, bien atrás los problemas. No conlleva la irresponsabilidad de desconocer las obligaciones, sino tan sólo dejarlas descansar por un momento… tranquilo, estarán todas allí esperándonos para la vuelta, pero nos encontrarán con renovados bríos.

El destino está claro, ahora, la forma de llegar y el alojamiento se abren como un abanico enorme de opciones, que dependerán exclusivamente de la capacidad económica de los viajantes. Misma cosa de los “extras” que se quieran o puedan hacer: Desde las consabidas “bananas” hasta los jet sky, innumerables actividades nocturnas o paseos en barco a islas maravillosas, todo está al alcance de la mano… previa pasada de la tarjeta de crédito. Todo se disfruta en un entorno brillante y lleno de vida, donde cada uno encontrará su lugar a pesar de los millones de veraneantes que comparten las mismas experiencias.

Recuerdos mágicos: La mezcla del agua salada, el sol y la arena, sumados a los aromas que invaden la playa, relajan y nos traen a la memoria momentos de calidad del pasado, que tercamente nos empeñamos en renovar año tras año. Todos son iguales bajo el sol, que con suerte se mostrará en todo su esplendor durante la mayor parte de los días de vacaciones, para alegría de todos… menos de los muy rubios o que no usaron suficiente bloqueador. A lo largo de este par de semanas, las jornadas serán largas, y si bien no comienzan tan temprano indefectiblemente acaban muy tarde, y es agradable descubrir a otros connacionales… a los que delata la forma de hablar y el infaltable termo de tereré con los colores de su club.

Cada viaje de vacaciones es también un viaje de estudios: Se pueden observar desde una geografía muy variada pasando por las circunvalaciones de las ciudades, el profesionalismo de la policía rutera brasileña y el ritmo increíble a que se mueve todo el personal de servicio de la industria gastronómica, una sociedad cosmopolita que abarca todas las razas posibles y una cultura fantástica en la que se amalgaman costumbres europeas con tradiciones tribales africanas: Brasil es un país fantástico, exporta Ingenieros y café a todo el mundo, una Nación que nació con pretensiones imperialistas de la que podemos aprender muchísimo y al cual admiramos; al mismo tiempo que tampoco debemos olvidar que todavía se ufanan de los trofeos de guerra que llevaron en la Guerra Grande y nunca devolvieron.

Cientos de millones de personas disfrutarán cada día de los más de 7 mil kilómetros de litoral atlántico, con playas increíbles y miles de islas paradisiacas brasileras. Formar parte de ellos, es un privilegio al cual pueden acceder año tras año más paraguayos, que entre muchas otras gratificaciones pueden observar la forma en que se hacen las cosas en otras latitudes, y tener a partir de ello una perspectiva nueva y diferente.

Para nuestra familia protagonista lastimosamente llegará el último día de vacaciones, en que disfrutarán de una comida “especial” y casi seguro harán algún tipo de ritual a la orilla del mar, agradeciendo por tanto y pidiendo, en voz alta o en silencio, la posibilidad de volver a gozar de todo esto en la brevedad posible. Y hay demasiadas posibilidades de que el deseo se les cumpla: El año que viene el mar seguirá allí, esperando a todos estos afortunados que llegan a visitarlo.

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