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El pasado miércoles 10, en el debate generado por las acciones asumidas por Hunter Biden, hijo del presidente norteamericano, el diputado Gary Palmer, republicano por Alabama, realizó unas interesantes consideraciones que, por supuesto, no publicó ninguna de las oficinas de propaganda de los gobiernos español (EFE), francés (AFP), alemán (DPA) que usurpan el nombre de “agencias de noticias”.
Dijo Palmer que Estados Unidos se pasa acusando de corruptos a los gobiernos de los países extranjeros pero que sus poderes se rehusan a investigar la corrupción en Estados Unidos, la que queda mayormente impune.
Aunque la realidad denunciada por Palmer es conocida ya en el todo el mundo, es muy importante que la haya expuesto en ese lugar específico del Congreso norteamericano, pues lo que señaló debería empezar a movernos a todos acerca de la lamentable hipocresía del gobierno estadounidense.
Menciono todo esto para ver si se despiertan los que viven esperando que Estados Unidos resuelva nuestros problemas y para ver si, al despertar, comprenden que Estados Unidos solamente promueve sus propios intereses cuando se presenta como la Virgen María y que el interés norteamericano en Paraguay es que su embajada sea un poder fáctico capaz de imponer sus políticas y ningún otro.
La misma cosa pasa con la Unión Europea, que pretende representar a la civilización occidental libre y democrática, cuando lo cierto es que es una rémora retardataria del corporativismo medieval autoritario que creíamos destruido por las revoluciones Inglesa de 1688 y Francesa de 1789.
La Unión Europea nada tiene que ver con la democracia ni con la libertad. Nada. Su “parlamento”, así, entre comillas, no tiene iniciativa legislativa, es un remedo engañabobos. Su leyes imponen la censura pura y dura; no tienen libertad de expresión los ciudadanos de Europa.
Y ahora, el partido Socialdemócrata alemán (SPD) propone la proscripción del partido de mayor crecimiento de Alemania, “Alternativa por Alemania” (AFD), usando sus influencias sobre el sistema judicial, como ocurre en cualquier dictadura.
En Polonia, el gobierno del globalista Donald Tusk revierte órdenes judiciales para encarcelar a referentes del principal partido político del país, “Ley y Justicia”, y todavía tiene el atrevimiento de pontificar sobre la democracia.
La Unión Europea reivindica a Carlomagno, el emperador de los feudos y los gremios, no a Locke o a Voltaire, y sería bueno que sus empleados en nuestro país dejen de intentar engañar sobre el proyecto político corporativo que promueve cuando interviene en los asuntos paraguayos.
A la democracia paraguaya la consolidaremos los paraguayos solos, o la destruiremos de la mano de Estados Unidos y Europa.