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Casi no se publican, pero a diario algún propietario de vivienda tiene que encontrarse al retornar de su lugar de trabajo, con la ingrata sorpresa de que un intruso entró a su casa para realizar un robo; está también el transeúnte que debe rezar para que no se le acerque un motochorro con la intención de despojarle del teléfono celular, o aquel que retira dinero de una entidad financiera y que a pocas cuadras es emboscado, a veces con saldo fatal.
A diario se ven estos tipos de sucesos y los espacios de los medios de comunicación ni siquiera alcanzan para publicarlos en su totalidad, o directamente los hechos pasan desapercibidos por la cantidad de información relacionada al ámbito de la seguridad.
No es una cuestión nueva, pero va creciendo y ahí está lo preocupante. Asunción, Central, Alto Paraná y ahora Itapúa, se están convirtiendo en zonas peligrosas a causa de la delincuencia común y eso incide también en la economía.
La respuesta la debe dar el gobierno y su órgano de ejecución es la Policía Nacional, una entidad que corre en desventaja a partir de la actuación de sus agentes que desprestigian a la institución.
Citamos cinco hechos, a modo de ejemplo, porque hay más, que desprestigian a la Policía y que sucedieron entre agosto y noviembre: el escándalo de oficiales que en horas de cursos en la Academia, se vieron involucrados en asaltos en el departamento de Paraguarí (dos fatales, en uno de ellos murió un agente); el apriete de una brigada policial a un supuesto narco, ocurrido en Luque; la muerte de un suboficial en Capitán Bado, en un procedimiento antidrogas que no fue comunicado a la fiscalía]; la destitución del director de Prevención y Seguridad (el tercero en importancia en la institución) por el traslado irregular de un animal vacuno y lo último que tiene que ver con el caso del levantamiento de la orden de captura internacional de la esposa de Sebastíán Marset, que tuvo su epicentro en Interpol.
El ejemplo viene desde arriba y desde adentro. la Policía debe dar muestras claras de que no va a tolerar la delincuencia, empezando por sus mismos cuadros.
El mensaje no solo debe llegar a la ciudadanía, sino para aquellos honestos agentes que avergonzados ven que se deshonra el uniforme y por ende, optan por hacer brazos caídos, lo que permite que se enseñoree la delincuencia urbana.