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En sendos artículos publicados en los periódicos The New York Times de los Estados Unidos y en Infobae de Argentina, se ponen de resalto las declaraciones de James Rubin, coordinador del Global Engagement Center (GEC), un organismo del Departamento de Estado de Estados Unidos que busca comprender y contrarrestar los esfuerzos de propaganda y desinformación estatales y no estatales extranjeros.
Rubin hace hincapié en una posible operación “aún incipiente y que se focaliza en una campaña de desinformación pro Kremlin -orientada a América Latina- que busca erosionar el apoyo internacional que está recibiendo Ucrania” en el marco del conflicto que viene sosteniendo con Rusia.
Cuando Rubin dice América Latina enfatiza en países específicos; a saber: Brasil, Bolivia, Argentina, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, México, Panamá, Perú, Venezuela y Uruguay. En esa lista también aparece como blanco de esas operaciones el Paraguay.
Lo sorprendente del caso es que el Global Engagement Center cuente con información pormenorizada de cómo serían esas operaciones de infiltración de desinformación, pues, como bien se explica en uno de los artículos generalmente estos análisis se hacen a posteriori, cuando la estrategia desinformativa ya se instaló y se deben crear estrategias para contrarrestarlas.
La desinformación es una bomba que explota en la mano y con su onda expansiva va creando caos, confusión y sobre todo incertidumbre. Permean a todos los sectores tanto de izquierda como de derecha. Los ejemplos a nivel local, que nada tienen que ver con las guerras, son muchos. Uno de ellos tiene que ver con la educación y las campañas que llevan adelante los sectores de derecha (doble moral les diría yo) que satanizan sin ningún sustento científico y teórico cuestiones que tienen que ver con la educación sexual de los adolescentes.
Pero volviendo al tema que ha encendido las luces del GEC, la nueva estrategia que están llevando adelante es es interceptar esas campañas antes de que se lleven a cabo, cosa que ha costado, mucho esfuerzo y demandado una gran inversión de tiempo y de dinero.
En base a eso, Rubin dice que se generarán campañas “uilizando un grupo cultivado de personal editorial organizado en un país latinoamericano”. “Se trata de una especie de operación de lavado en la que se crea contenido pro-Kremlin en Rusia, pero luego personal latinoamericano lo adapta, localiza y cura para que parezca como si los medios latinoamericanos locales hubieran creado mágicamente esta información”.
Y, aunque el GEC cree que el efecto disparador se dará en Chile, bien sabemos que existen referentes locales disfrazados de periodistas que no tienen problema alguno en alinearse a este paradigma desinformativo en detrimento del oficio y también de los colegas. Una desgracia para la democracia, así como para la prensa libre y responsable.