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La principal función de la noticia periodística fue y será siempre la de informar acerca de los acontecimientos actuales considerados de interés para la audiencia, para lo cual el periodista o medio en particular deberá asumir y respetar indefectiblemente la perspectiva de opinión general, es decir que debe estar direccionada a un público macro e informar igualmente desde los hechos más relevantes hasta llegar a los detalles mínimos.
Más desinformados que informados… En una suerte de competencia zonza entre medios, salvo rarísimas excepciones, parecería que cada uno quiere llevarse los lauros en relación a quién informó primero, ufanándose de ello constantemente como si aquél hecho fuese una justificación en sí. Mientras tanto, con el notero mirando a las cámaras o hablando al micrófono radial, ocurre que los acontecimientos se están desarrollando aún. Y no está mal hacerlo, lo que sí es inadmisible es que se informen como concretos, ciertos o “cerrados” los hechos en curso, creando tendencias e inclusive generando tensiones y frustraciones perfectamente evitables.
La semana pasada, se creó una enorme preocupación a partir de los disturbios ocurridos en el Penal de Tacumbú, en donde cada 15 minutos “salían” noticias nuevas acerca de lo que estaba pasando, quiénes estarían involucrados, los posibles responsables y las condiciones de los reclusos y guardiacárceles. Mostrando una falta de respeto enorme, incluso se tergiversó hasta lo indecible la existencia de un fallecido, con suposiciones infundadas acerca de su identidad y causa de la muerte. Y todo, con la excusa del “usted se informó primero aquí”.
Si bien los medios han cambiado y la velocidad como el acceso a la información son casi en tiempo real y accesibles como nunca antes, la estructura de una noticia permanece igual y debe reunir un par de requisitos básicos como lo son la brevedad, generalidad, actualidad y novedad. Los medios locales nos torturan con reiteraciones irrelevantes, muchas veces tendenciosas, mezclando hechos nuevos no probados con otros anteriores y –como si fuera poco- todo lo anterior con una falta de creatividad enorme.
No se puede evitar que los grupos de poder con influencia sobre los medios orienten las informaciones en el sentido de direccionar la percepción del público, pero de allí a que la misma noticia sea calificada de “catastrófica” por unos y como “hechos aislados totalmente controlados” por otros, pone en evidencia la vulnerabilidad en cuanto al manejo de la verdad y la forma grosera en que se crea opinión, con responsabilidad igualmente de un público poco crítico y extremadamente permisivo.
En una época en que la inmediatez se impone en todos los órdenes y que obliga a que las noticias se divulguen en forma escueta, es más grande aún la responsabilidad de los comunicadores. Todos los días nos encontramos con personas dispuestas a discutir a partir de una noticia de la que tomaron conocimiento a través de un tuit de 20 palabras o menos, escritas en un solo renglón. Un aspecto demasiado importante de las redes sociales es que todos, sin excepción, podemos sentar postura y opinión, lo que a priori está bueno, lo malo es que no se asume responsabilidad ante lo expresado.
Un principio fundamental y eje de la función del que informa debe ser siempre el respeto a la verdad, y la apertura y obligación de investigar los hechos. En este sentido, el periodista que se precie de serlo deberá perseguir la objetividad, algo que se torna muy difícil por el exceso de información existente. De esta forma, mucho más importante que ser el primero en informar a medias de algo, será contrastar las fuentes para trasmitir hechos y datos veraces.