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El mismo contiene elementos para todos los gustos, pero a mí me preocupa mucho más lo que revela sobre el funcionamiento de nuestras instituciones: Las Fuerzas Armadas, la Policía, el Congreso, el Poder Judicial, las secretarías antidrogas, antilavado y de Inteligencia “interactúan” con la embajada norteamericana al margen de nuestro poder político y, como el mismo lo define claramente, para oponerse a nuestro poder político.
La senadora Kattya González justificó lo anterior aduciendo que nuestro poder político está cooptado por las mafias, lo cual nos obliga a reflexionar sobre la naturaleza del poder norteamericano.
Kattya supone que el poder norteamericano es un dechado de virtudes que, en consecuencia de su bondad, es un equilibrante ideal para las mafias empotradas en nuestra política.
Kattya debería explicarnos cuándo y cómo fue que el poder norteamericano se convirtió en tal dechado de virtudes, porque lo que está en la Historia y en las noticias es algo muy distinto, desde la United Fruit hasta Somoza, desde el derrocamiento de Allende hasta Videla, Álvarez y el régimen militar brasileño, desde el golfo de Tonkín hasta Hunter Biden y Burisma.
Le ruego a Kattya, por favor, que diga si alguna cosa de la listita anterior es falsa o propaganda rusa, porque si no lo hace, cualquiera puede ver que el poder norteamericano no tiene, y nunca ha tenido, ningún contacto con la virtud. De modo que espero esta importante respuesta.
Esto nos lleva a una tremenda situación: ¿Es el poder norteamericano un equilibrante adecuado? ¿No promueve Estados Unidos sus propios intereses cuando actúa en nuestro país o en cualquier país?
Lo peor de todo es que Estados Unidos no ha tenido ningún miramiento moral a la hora de pactar con lo peor del planeta para promover sus intereses particulares. Le ruego a Kattya que nos diga si sabe algo de la “organización Azov”, o si recuerda la “Escuela de las Américas”.
Creo que Kattya confunde dos cosas que son totalmente diferentes y, lastimosamente, cada vez más contrapuestas: Los valores norteamericanos, enunciados en la Declaración de la Independencia de Estados Unidos, con los cuales todos los liberales del mundo estamos de acuerdo y por cuya implementación trabajamos, son una cosa. Otra muy pero muy distinta son los intereses norteamericanos.
Personalmente creo ahora como he creído siempre en Thomas Jefferson, el mejor norteamericano que conozco: La receta contra las mafias no es otra que persistir en aumentar los controles democráticos sobre nuestras instituciones y no, nunca, la idea mesiánica según la cual alguien de afuera debe salvarnos.