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Es que un líder político no solamente debe hablar bien ni tener carisma. Lo más importante es que posea una excelente formación y sea honesto. Que demuestre un compromiso con el país y tome determinaciones sabias y justas. Como representante del pueblo que lo votó, es muy serio el cargo que ostenta, Por ejemplo un Jefe de Estado, Ministros, Diputados, Senadores, Gobernadores, Intendentes, Concejales, Jueces o Fiscales, todas son autoridades con poderes de trabajar y tomar decisiones muy importantes que afecta la vida de la sociedad.
Ellos que conquistaron esos sitios privilegiados, deben poner todo su entusiasmo en el trabajo: una sabiduría salomónica para no equivocarse, una vida intachable en conducta que no empañe su actuar ni mucho menos esté contaminado por hechos de corrupción, como vemos en muchas de nuestras autoridades. Esto, lamentablemente nos hace perder la confianza y la esperanza.
Se los vota, designa o selecciona para cuidar los recursos del Estado y no para servirse de ellos o nombrando a toda la parentela o los amigos en los cargos más importantes. Siempre estamos viendo que al poco tiempo de subir al poder, se vuelven inmensamente ricos, mientras el pueblo está cada vez más pobre. Esta situación es la que debe cambiar para que nuestro país pueda crecer distribuyendo mejor la riqueza.
Cuando hablamos de repartir la riqueza no abogamos por un socialismo que regala todo y crea parásitos que viven esperando los subsidios del gobierno. Hablamos de un sistema que genere mucho trabajo y prosperidad. Donde el ser humano pueda desplegar su creatividad e inventiva para generar mucho ingreso, ya sea por iniciativa propia o con la ayuda del sector público o privado. El capital o recurso humano es un tesoro que hay que incentivar y estimular. Eso también es un trabajo del líder.
Mientras sigamos observando que los líderes reparten los bienes del país entre todos sus leales y allegados, y olvidan a los brillantes y honrados, seguiremos sufriendo las calamidades de todos los días. Centros de salud que no tienen nada; escuelas que caen a pedazos; inseguridad por todas partes; pobreza y faltas de trabajo. Un gobierno que sale siempre deja deudas cuantiosas y los responsables no devuelven lo robado y tampoco van a parar a las cárceles para dejar precedente y que los nuevos tengan miedo de incurrir en delitos. Entonces nada va a cambiar y todo seguirá igual.
Para que las autoridades cambien su forma de gobernar, tenemos que cambiar la sociedad. Los ciudadanos tenemos que informarnos y participar. Con juicio crítico y argumentos sólidos debemos cuestionar con responsabilidad y seriedad. No tenemos que callar. Si salimos a las calles cien o doscientos mil personas, ellos se van a asustar y por la presión van a actuar sí o sí. Solo nos faltan decisión, patriotismo y coraje. Ellos son vuestros empleados porque viven como reyes haraganes a costa de nuestros impuestos. Exijamos que cumplan sus promesas.