Filadelfia, una joya en el corazón del Chaco

Desde el aire, la monotonía del interminable paisaje de matices verdes con esporádicos surcos trazados por caminos de tierra cambia en forma radical cuando se comienza a sobrevolar el área de influencia de las distintas aldeas que, en su conjunto, conforman la Colonia Fernheim, cuyo centro neurálgico se ubica en la localidad de Filadelfia, capital departamental de Boquerón ubicada en el centro del Chaco paraguayo.

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Y es que las parcelas, perfectamente delineadas y presentando distintos tonos de todos los verdes, pasando por marrones y colores grises, son sólo una muestra de la enorme producción agrícola de diferentes rubros y las chacras con cultivos en distintos estados de producción o preparación de la tierra.

Fernheim, traducido del alemán “hogar lejano”, nos da de esta forma una primera impresión de orden y pujanza que se ve reforzada apenas empezamos a recorrer la ciudad, a través de avenidas amplias, más que la mayoría de las ciudades del país, luciendo muchas de ellas incluso el agregado de un paseo central. El orden y la limpieza se pueden observar dondequiera uno mire y el sol reverbera sobre el asfalto que hoy día ya cubre gran parte del centro urbano, donde el ya de por sí ordenado tránsito se controla mejor aún con un par de semáforos.

Guiados por nuestros amables anfitriones, recorremos las instalaciones del moderno supermercado de la Colonia, operado de acuerdo a estándares de altísimo nivel y en donde, además de los productos de uso frecuente, los clientes pueden encontrar una gran variedad de artículos –principalmente alimentos- de excelente calidad elaborados en forma artesanal por vecinos de la localidad, apoyando de esta forma a los emprendedores.

La colonia, fundada a finales de la década de los ‘20 del siglo pasado, cuenta con 25 aldeas y se dedica con mucho éxito a la explotación agrícola en rubros como el maní, sésamo, soja y en los últimos años algodón, además de la producción lechera y ganadera, contando en la ciudad de Limpio con uno de los frigoríficos más importantes del país, exportando productos elaborados de todos estos rubros a varias regiones del mundo.

La historia de la Colonia se remonta y nos ubica en la Rusia devenida al comunismo a principios del siglo 20, en un momento en que las condiciones de vida para los menonitas y la práctica de su fe se hacían insostenibles. Una gran parte pudo llegar a Alemania, donde fueron acogidos por el presidente Hindenburg, en cuyo honor nombraron la avenida principal. De allí llegaron hasta este “lejano hogar” en medio del desierto verde, con un clima y condiciones totalmente desconocidos para ellos.

Estos contingentes de pioneros, compuestos fundamentalmente por familias, se adentraron primero en el mar de palmas y, habiendo sorteado las inmensas planicies anegadas del Bajo Chaco, llegaron a esta región, que ubicada a unos 140 metros sobre el nivel del mar denotaba por su vegetación la presencia de agua dulce subterránea y, con ella, la capacidad de producción.

Si bien la prosperidad actual genera admiración, no debemos olvidar que durante décadas esta gente persistió en un ambiente hostil que era rechazado e incluso despreciado por los paraguayos. Abundan historias sumamente tristes que relatan penurias que sufrieron por la falta de agua, ataques de fieras, muertes por enfermedades que no se pudieron evitar a causa de la precariedad sanitaria, como así también las tremendas dificultades para sacar sus productos al mercado.

Recién durante la década de los ‘60, con la construcción de la ruta Transchaco, se pudieron sortear exitosamente los 470 kilómetros que la separan de Asunción y con ello la brisa de la prosperidad comenzó a soplar sobre esta región.

Hoy, la superficie explotada por sus 19.500 habitantes abarca aproximadamente 13.900 kilómetros cuadrados, a los que hay que sumar al área productiva de Loma Plata, distante solamente a 25 kilómetros y junto a la cual conforman el conglomerado Filadelfia-Loma Plata, que con 40 mil habitantes representa el 60% de la población total del departamento.

En el mismo, al igual que otras zonas del Chaco, a pesar de los avances en la irrigación conseguida gracias al esfuerzo y empuje de los productores, se siguen esperando resultados del acueducto, proyecto que, después de años de ser administrado ineficazmente por sucesivos gobiernos, terminó siendo insuficiente por el caudal que transporta y oneroso por el manejo claramente politizado, y precisa en forma urgente de una reingeniería para cumplir sus fines.

En los corredores de las distintas unidades comerciales e industriales de la Cooperativa nos cruzamos con connacionales indígenas, uniformados durante su jornada laboral cumpliendo distintas tareas. Esto nos recuerda igualmente que la mitad de la población de las colonias menonitas está compuesta por individuos de distintas etnias, principalmente nivaclé, guaraníes, y en los últimos años incluso ayoreos; estos últimos constituyen quizás el último grupo en que una parte de sus miembros vive aun absolutamente aislada de la “civilización”. Los que llegan hasta las Colonias han aprendido en los últimos años a convivir con otras culturas y a adaptarse a este medio, nuevo para ellos.

Probablemente sea la única región del país en que personas pertenecientes a los pueblos originarios son contratadas formalmente y perciben un salario conforme a la ley, como así también asistencia médica y disponibilidad de agua potable en sus hogares, todo mediante las acciones desarrolladas desde las cooperativas.

Esto dista mucho de la situación de otras parcialidades asistidas por ONG diversas, en donde estas últimas se muestran más ocupadas en confrontar a algunos organismos del Estado o a los productores que en mejorar la calidad de vida de los indígenas.

Gente de diferentes partes del Chaco, así como de la Región Oriental, “brasiguayos” y también europeos han llegado en los últimos años para afincarse en la Colonia, donde existe un mercado interesante tanto para profesionales como también trabajadores en busca de mejor paga que en otras zonas del país.

Ahora sí, hay que amar el Chaco, que en estos días de agosto y en pleno invierno nos sorprende con temperaturas de 40 grados; también hay que conocerlo bien, y parafraseamos aquí las palabras de un chaqueño de pura cepa: “El Chaco es tan generoso como brutal. Si lo conocés te puede dar a manos llenas, pero si lo desafiás te puede sacar todo”.

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