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Las llamadas “dunas de San Cosme” no eran sino el coronamiento de una gran isla conocida como Ybicu-i (arena, precisamente) que como otras tantas islas de la zona fueron afectadas por la construcción de la represa de Yacyretá y quedaron bajo agua en el gran embalse formado sobre el curso del río Paraná.
Era el punto más alto de un cerro de arena que coronaba la isla y emergía del agua cuyo nivel había sido elevada en forma artificial por la represa. Abundaba una planta nativa conocida por el nombre guaraní de “yata-i”, una variedad de palmera natural de una zona conformada por el sur de Brasil, Uruguay, el noreste argentino y Paraguay.
Al quedar en medio de prácticamente un mar por el embalse del agua, el efecto del viento fue dando formas de extraordinaria belleza a esa conformación de arena, que con las plantas que existían en su superficie, además de las palmeras, otorgaban al paisaje una belleza singular.
El remanente de isla era frecuentado y usada como base por pescadores de la zona, y tras ser “descubierta” por el público masivo a través de publicaciones periodísticas, se convirtió en un punto muy visitado por turistas que venían a conocer ese paisaje que asemejaba un desierto de arena en medio del agua.
Ya en el 2013 las voces de alerta sobre la paulatina desaparición de la isla eran intensas, pero la respuesta fue el silencio de las autoridades nacionales, y en particular de la entidad binacional Yacyretá (EBY), que finalmente es la causante de este escenario.
Pues bien, esa famosa isla, con sus palmeras nativas y su paisaje de desierto de arena, ya no existe. Se la llevó el río. Era de esperarse, la arena no constituye una masa sólida capaz de resistir el efecto de arrastre de las olas y del viento. Tal vez podía haberse evitado instalando a su alrededor una barrera de piedra que la contenga.
Ahora que finalmente desapareció las autoridades se dieron por enteradas y como “brillante” idea proponen instalar un “cora guazu” de piedra y llenarla de arena. Crear una isla artificial. Un despropósito en el que se destinarán unos cuatro millones de dólares americanos. No debería sorprender que alguna “empresa amiga” sea adjudicada con la tarea.
Tamaño esfuerzo debiera ser digno de mejor empresa. Como cumplir con los resarcimientos pendientes de la EBY con los municipios afectados, o acabar con el cuento del “gran hospital del sur”, un discurso “cazavotos” repetido desde hace tres periodos electorales. Y así nos va.