Cargando...
El penoso espectáculo de corridas, griterío y violencia difundido a través de las redes sociales y medios periodísticos –en particular del vecino país– poco favor le hace a una ciudad como Encarnación que espera del turismo de compras esa inyección económica que le permita salir de un estado de “terapia intensiva” en que se encuentra.
La problemática del paso fronterizo se puede explicar desde distintas aristas: económica, social y hasta cultural. También la tibia posición de los responsables administrativos del Centro de Frontera ante un grupo que no duda en acogotar un paso internacional para exigir lo que consideran privilegios adquiridos tiene una explicación.
Toda esta problemática no hace sino poner al desnudo la absoluta falta de voluntad política de las autoridades –tanto nacionales como regionales– por buscar mecanismos que como mínimo hagan menos insufrible trasponer la frontera a pasajeros que nada tienen que ver con los problemas provocados por particularísimos y dudosamente justificables intereses de un sector.
En enero de este año, mediante una iniciativa de un concejal municipal encarnaceno, Andrés Morel (ANR), comenzaron unas tareas para habilitar un carril alternativo de acceso a la zona primaria aduanera. Con apoyo de la ANNP y la Gobernación de Itapúa se logró asfaltar los 800 metros del tramo caminero. Sin embargo, transcurrieron seis meses y quedan algunas pocas obras faltantes, como instalación de casillas para Aduanas, Migraciones e iluminación, paralizadas por cuestiones burocráticas.
Habilitar un nuevo acceso a la zona primaria no será la solución al problema en el paso de frontera, pero al menos permitirá un ordenamiento más eficaz del tráfico y tal vez sea menos penosa la espera. La otra cuestión, la de fondo, exige otro tipo de medidas y, fundamentalmente, de “renunciamientos” a ciertos beneficios no confesados que reporta el comercio informal de frontera. Pero esa es otra historia.