Y después de Aguacate

El asesinato de Marcio Ariel Sánchez Giménez, alias Aguacate, quien era considerado el hombre que monopolizaba el sicariato en la frontera, no fue una sorpresa, principalmente teniendo en cuenta que desde que se convirtió en el hombre más buscado en el país, sindicado como responsable de los crímenes más hediondos de la última década, era un “peso muerto” para las estructuras criminales.

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Estas organizaciones tenían que gastar mucho dinero para mantenerlo oculto, lo que a su vez planteaba eventualmente “disponer de recursos” para sobornar a las autoridades ante cualquier posibilidad de ser capturado.

Por otro lado, fuentes del submundo señalan que Aguacate era muy incauto, quizás cegado por el poder que le proporcionaba el hecho de estar rodeado de personas “leales” que en más de una ocasión le salvaron de sendos atentados que sufrió.

También estaban de por medio los jefes del hampa, a quien prestaba sus servicios como “contratista de sicarios”. Sin embargo, esas mismas “fortalezas” que tenía les podía jugar en contra, puesto que los secretos que sabía de sus “patrones” desaparecerían con su muerte y es probable que eso sea lo que motivó su “sentencia” a muerte.

Su “final” podría desencadenar en una escalada de violencia e inseguridad en la región, como ha ocurrido en ocasiones anteriores, cuando un hombre importante del hampa era “eliminado” y por la ambiciones de tomar el control y adueñarse del “negocio”.

Además de la disputa por el control territorial, también es probable que haya enfrentamientos por el control de las rutas de las drogas. Estas rutas son sumamente lucrativas y representan una fuente importante de ingresos para los grupos criminales.

La muerte de alguien importante en la estructura del narcotráfico puede abrir la oportunidad para que otras facciones intenten apoderarse de estas rutas y obtener el dominio del mercado ilícito de drogas.

Ante esta situación, es crucial que las autoridades estén preparadas para hacer frente a las posibles consecuencias. Es necesario fortalecer la seguridad en la región fronteriza, aumentar la vigilancia y el control policial, así como mejorar la coordinación entre las diferentes fuerzas de seguridad y los organismos encargados de combatir el crimen organizado.

También es fundamental abordar las causas subyacentes de la violencia y la delincuencia, como la pobreza, la falta de oportunidades y principalmente la corrupción y la impunidad existentes. Solo a través de un enfoque integral, que combine medidas de seguridad con políticas sociales y económicas, se podrá hacer frente a la problemática de manera efectiva y sostenible.

gilberto.ruizdiaz@abc.com.py

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