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En los años 20 del siglo pasado hubo un movimiento teatral vigoroso. Estrenaban sus obras autores como Ruffinelli, Alsina, Aveiro Lugo, Caballero. Estos autores eran los representantes de nuestra burguesía ciudadana. Los temas reflejaban la moral que identificaba a esa clase social.
Este fue el escenario -“decorado” después por la Guerra del Chaco- que sirvió a Julio Correa para su aparición brillante y prometedora. El papel que le tocó desempeñar fue novedoso, y por lo mismo, arriesgado. No sólo hablaba en guaraní, sino que tenía el corazón puesto en los desheredados.
Julio Correa comenzó siendo actor, después dramaturgo y director. El inicio autoral de Correa se encuentra en los diálogos que escribía en el periódico de Facundo Recalde. Esos trabajos periodísticos anunciaban a un autor con auténticas preocupaciones sociales; agudo, mordaz muchas veces, y con juicio crítico siempre.
Algunos comentaristas quieren reducir la importancia intelectual de Correa al mero hecho de haberse expresado en guaraní. Con anterioridad ya lo habían hecho Francisco Martín Barrios, con “Mborayhu ha tesay”, estrenada en el Teatro Granados el 18 de octubre de 1922 y señalada como la primera obra de teatro escrita enteramente en guaraní. “No lo sería, apunta Josefina Pla, si tomamos en cuenta las piezas del teatro jesuítico”. De todos modos, la prensa saludó al autor que quiso “demostrar la capacidad del guaraní para una evolución digna y útil en el sentido estético”. También se adelantó a Correa Félix Fernández con “Mborayhu paha” que, al decir de Josefina Pla, “es la más seria en asunto y forma entre las conocidas de esa época”.
Hasta antes de la Guerra del Chaco nuestro idioma nativo soportaba aún la presión de las personas “cultas”. Todavía era difamado. Quienes lo hablaban eran considerados “guarangos”, es decir, groseros, ordinarios. Este juego de palabras causó mucho daño a nuestro idioma. Los dramaturgos que escribían en castellano coincidían en la empresa común de presentar sus temas muy alejados de nuestra realidad inmediata. Creían aún que las expresiones artísticas eran de exclusividad de las clases dominantes, de las autodenominadas “cultas”. Y el teatro, como formaba parte de sus dominios, no debía incurrir en la “vulgaridad” de expresarse en guaraní. También esta rémora fue destruida por el genio de Correa, cuando su arte alcanzó la exacta dimensión de sus preocupaciones estéticas y sociales.
Pero aun así es obvio que el valor de este autor no está solamente en la valoración del guaraní. En su dramaturgia está el más vigoroso testimonio de su época, escrito con admirable valentía.
Julio Correa fue consciente de su responsabilidad social y política. La asumió como un auténtico intelectual. Naturalmente, conoció la cárcel, la persecución policial, y todas las otras formas que buscan silenciar una voz por la que se hacen oír los desheredados de la justicia, los “karu poká” , tal vez la más lograda de sus obras.
Julio Correa murió a los 63 años. Pero ya hacía como siete que no estrenaba sus piezas teatrales. Nació en 1890 y murió el 14 se julio de 1953. La recordación estará a cargo de la Sociedad de Escritores del Paraguay y el museo-casona “Julio Correa”, de Luque. Será otra de las muchas actividades programadas por la Feria Internacional del Libro.