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Esta Feria Internacional del Libro (FIL) sale a enfrentar a estadísticas apocalípticas, a certezas malhadadas y a proyecciones que no predicen un futuro favorable en lo económico y lo social. Cultura y educación van de la mano. No existe la una sin la otra. Cultura y educación tienen una base: el libro. Y de eso se trata una feria bibliográfica: de que se junten los libros y la gente para que se siembre cultura.
Unos 3.000 años antes de Cristo los sumerios inventaron la escritura como un sistema para almacenar y procesar información fuera del cerebro (Harari, 2016). Desde entonces, cuando aparecieron de manera sucesiva el libro elaborado artesanalmente, luego el libro editado en serie con la imprenta de tipos móviles de Gutenberg (c. 1450) y el comercio de libros y las ferias de libros, han cambiado muchas cosas en la humanidad escritura y libro mediante.
Las ferias del libro tienen una larguísima tradición que se remonta al siglo XV, la última etapa de la Edad Media que estaba por dar paso al Renacimiento. Formaron parte de las primeras ferias comerciales de grandes ciudades europeas que despuntaban como centros económicos.
La producción y comercialización del libro promovió la alfabetización de la humanidad y con ello una expansión de la cultura fuera de los círculos áulicos de la nobleza. Aparecía el ciudadano que sustituiría al súbdito.
Libro, alfabetización, lectura, cultura, formación ciudadana. Esta es una cadena que tiene un primer eslabón insustituible. Y en el corolario, el advenimiento de la persona con sentido crítico, que no es aquella que se opone a todo por sistema, sino la que con lucidez y honestidad intelectual verifica, discierne y analiza los hechos con todas sus variables.
Las ferias del libro constituyen hoy gigantescos escenarios de promoción cultural. La siembra de un espíritu nuevo. En nuestro país existe una tradición asentada con las ferias de Asunción y de Encarnación.
Hoy estamos en vísperas de la promulgación de una nueva Ley del Libro que puede suscitar una notable revolución en cuanto a la democratización de la lectura en todo el país. Eso deberá ir acompañado de un Plan Nacional de Lectura que haga del libro un instrumento omnipresente en el sistema educativo público.
La FIL 2023 comenzará con 82 puestos de exhibición y miles de libros, más la presencia de personalidades literarias. La fiesta está preparada. Habrá que ver si esto le conmueve al nuevo gobierno de manera tal que le dé importancia a la cultura, pues sin cultura no hay desarrollo sustentable posible en lo económico ni en lo social.