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Al transcurrir las jornadas de movilizaciones, fueron llegando a la Capital campesinos e indígenas provenientes de distintas zonas del país. Cubiertos con banderas paraguayas y “armados” con palos, los manifestantes llegados de tierra adentro expresaban sus inquietudes y motivos para llegar a Asunción y manifestarse, muchos de los cuales iban más allá a la apertura del sobre 4.
Si bien el “karaku” de estas movilizaciones ciudadanas es el supuesto fraude denunciado por Cubas, parte de los manifestantes dice no ser “payista”, sino ciudadanos cansados de la realidad que se vive más allá de Asunción y el Área Metropolitana. Muchos de ellos seguro ni siquiera saben lo que contiene el sobre 4, pero conocen más que nadie la precariedad de la salud y la educación, sufrir la expulsión de sus tierras y el envenenamiento de sus comunidades. Ellos ya no quieren ser gobernados por los mismos que los gobiernan hace 70 años.
Más allá del sobre 4 y las denuncias de un excandidato presidencial contradictorio, peligroso y con índole fascista, hay un pueblo que ve en este escenario poselectoral la ocasión perfecta para manifestar sus inquietudes, contar la dureza de la vida en el campo y gritar “a los cuatro vientos” la injusticia social que les toca vivir.
Esa injusticia social que se traduce en falta de oportunidades laborales, en el cada vez más escaso mercado para la venta de sus cultivos, en caminar kilómetros para llevar a la escuela a sus hijos y que estos den clases bajo un árbol, en los hospitales sin camas ni medicamentos de sus comunidades y en el calificativo de “haraganes” de parte de sus propios compatriotas por hacer lo que ellos no se animan a hacer: manifestarse.
¿Hay políticos que se aprovechan de ellos? Probablemente. Pero eso no le resta validez al reclamo que traen desde el campo. Un reclamo que va más allá de un supuesto fraude electoral y que como ciudadanos debemos escuchar, reflexionar y prestarles la misma atención que le prestamos a los discursos fascistas de Paraguayo Cubas.