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A lo largo de las últimas décadas, se han manifestado esfuerzos en el desarrollo y ejecución de programas y proyectos para promover el empoderamiento de las mujeres rurales en el plano socioeconómico.
En Paraguay, por ejemplo, con apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), se ha establecido una hoja de ruta que incluye disposiciones legales como la Ley 5446 de “Políticas Públicas para Mujeres Rurales”.
Esta disposición legal vigente busca “promover y garantizar los derechos económicos, sociales, políticos y culturales de las mujeres rurales; fundamentales para su empoderamiento y desarrollo”.
Junto con el Ministerio de la Mujer, el Ministerio de Agricultura y Ganadería, y la Comisión Interinstitucional para la Aplicación de la Ley (CIAL), la FAO ha desplegado su capacidad técnica para acompañar las acciones que se emprenden especialmente en este momento para la difusión, comprensión interinstitucional y aplicación de la ley, con participación activa de las mujeres.
Para poner en contexto la importancia de las mujeres rurales en los sistemas agroalimentarios, podemos utilizar datos de la reciente publicación de la FAO respecto al tema.
Las mujeres constituyen el 36% de los trabajadores del sistema agroalimentario en América Latina y el Caribe.
La proporción de mujeres en la fuerza laboral agrícola es mayor o está aumentando en relación con la de los hombres en las áreas rurales con una emigración alta y mayoritariamente masculina, según el informe “La situación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios” (2023).
Abordar las desigualdades de género en los sistemas agroalimentarios y empoderar a las mujeres reduce el hambre, estimula la economía y refuerza la resiliencia ante crisis tales como el cambio climático y la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), analiza el informe.
En estudio destaca que, a escala mundial, el papel de las mujeres tiende a estar marginado y sus condiciones laborales suelen ser peores que las de los hombres en trabajos irregulares, informales, a tiempo parcial, poco cualificados o que requieren un uso intensivo de mano de obra.
Estos datos deben llevarnos a analizar qué estamos haciendo o dejando de hacer al respecto.
A decir del Director General de la FAO, Sr. QU Dongyu, “si abordamos las desigualdades de género endémicas en los sistemas agroalimentarios y empoderamos a las mujeres, el mundo dará un salto adelante en la consecución de los objetivos de poner fin a la pobreza y crear un mundo sin hambre”.
Siempre según el informe, en América Latina y el Caribe, los gobiernos han abordado cada vez más los desafíos relacionados a las brechas estructurales que enfrentan las mujeres rurales en el acceso a la tierra, los insumos, los servicios, las finanzas y la tecnología digital, desarrollando políticas y programas que contribuyen al cierre de las desigualdades que éstas enfrentan.
Sin embargo, se advierte, las mujeres padecen más inseguridad alimentaria que los hombres en todas las regiones del mundo y la brecha se ha ampliado desde el brote de COVID-19.
A nivel mundial, la brecha entre hombres y mujeres en la prevalencia de inseguridad alimentaria moderada o grave pasó a 4,3 puntos porcentuales en 2021 desde 1,7 puntos porcentuales en 2019, impulsada en gran medida por las diferencias cada vez mayores en América Latina y el Caribe, donde la brecha alcanzó los 11,3 puntos porcentuales.
Los datos son reveladores. Las mujeres constituyen el 36% de todos los trabajadores del sistema agroalimentario en América Latina y el Caribe, pero muestran una variación sustancial en la proporción de mujeres entre países de la región.
De acuerdo con datos oficiales, en el Paraguay viven cerca de 1 millón 300 mil mujeres rurales que, así como ocurre en los demás países de la región, tienen los mismos problemas.
En mayo se recuerda en Paraguay el Día de la Madre. Aprovechando esta conmemoración, no estará demás resaltar precisamente la labor de las mujeres rurales, miles de ellas madres, que, con su trabajo, sostienen sus hogares y comunidades.
Desde la Organización seguiremos acompañando el esfuerzo para garantizar el acceso a la tierra, al crédito, a la asistencia técnica y tecnológica, en armonía con el medio ambiente, al mercado para la comercialización de sus productos; y para que fortalezcan sus capacidades de liderazgo y logren una mayor participación en todos los ámbitos.