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En mi experiencia como coach personal y ejecutivo, irse unos días de retiro es una de las mejores inversiones que uno puede hacer en la vida. Todos mis clientes que han hecho un retiro siempre han regresado de él altamente satisfechos. Un retiro te ofrece la oportunidad de desconectar del “piloto automático” en el que nos encontramos, para conectar con lo verdaderamente importante: tu yo esencial, sin etiquetas, y tu misión en la vida, tu propósito vital.
Los retiros han impactado de manera distinta en mis clientes. A unos les ha ayudado a interpretar de manera funcional el pasado, mejorando así el control emocional y enfocando las emociones de modo más positivo. A otros, el retiro les ha ayudado a tomar decisiones de cambio, de transformación para un mejor futuro, porque los seres humanos no somos rocas o pirámides egipcias que no pueden moverse. Tenemos el poder de decidir qué tipo de persona queremos ser, dónde queremos estar y haciendo qué. Ser, hacer y tener deben estar alineados, de lo contrario el éxito irá por un camino diferente -y en ocasiones opuesto- a la plenitud, a la felicidad.
Para los creyentes, un retiro les debe ayudar a mirar al pasado solo para agradecer y perdonar, y para enfrentar el futuro con esperanza, porque Dios nunca abandona a sus hijos, a sus hijas. Pero para sentir la presencia de Dios hay un requisito: el amor, empezando por uno mismo. Si alguien no se ama lo suficiente, completamente, sin rechazar nada de sí mismo, será muy difícil que pueda experimentar todo el poder que hay dentro de uno por bondad y misericordia de Dios. Se da en las mujeres, sobre todo, el patrón del rechazo, a algo, a una parte de sí mismos, y por eso se requiere hacer el esfuerzo de no rechazar nada y entrenar en uno, en una, la aceptación, aunque otros nos hayan rechazado en el pasado. Desde la aceptación incondicional comienza un camino de transformación que te lleva a la plenitud.
Una de las preguntas más difíciles de responder es esta: ¿Qué ves cuando te ves? Es posible superar las dudas y de convertir situaciones que invitan al desánimo en una ocasión de crecimiento y transformación. Lo que a veces interpretamos como fracasos en verdad son invitaciones a recorrer caminos diferentes a los que nos habíamos imaginado en el pasado. Con fe, lo mejor siempre está por venir.
A mi amigo italiano, con el que tuve la suerte de compartir muchos momentos y episodios en la bella Italia, le pedí que me regalara una reflexión o aprendizaje que hubiera experimentado en su retiro africano. Me escribió lo siguiente: “Podemos vivir toda una vida dormidos. Y una de las pruebas más comunes es cómo la mayoría de las personas viven rodeadas de problemas sin darse cuenta de que la vida no es problemática: es la mente humana quien crea (interpreta) el problema. Si tenemos problemas es señal de que estamos dormidos o narcotizados por la mente”.
No puedo estar más de acuerdo, porque lo he experimentado muchas veces en la vida. Por eso suelo decir a mis clientes que la clave de todo está en el despertar.