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Un cuestionamiento que nos debería interpelar en el recurrente debate de establecer relaciones diplomáticas con Pekín o seguir con la República China-Taiwán cada vez que se aproximan las elecciones.
La advertencia que hace el Instituto Americano de Taiwán, en Estados Unidos, no es un asunto menor: “a menudo, China hace promesas a cambio de reconocimiento diplomático que luego no cumple”.
China hoy ya no regala, hoy presta. Sin límites. ¿Pero a cambio de qué? En la búsqueda de esta respuesta debe darse una amplia y profunda reflexión.
En el marco de unos 20 años, en América Latina la inversión de China viene superando los 170.000 millones de dólares. Y va en aumento, según Salvia.
En el foco están las naciones en desarrollo con deudas que las asfixian y que las empujan al riesgo de default o cesación de pagos. Un ejemplo es lo ocurrido recientemente con Honduras, que rompió con Taiwán por no concederles más de USD 2.000 millones según expuso el Ministerio de Exteriores de la isla democrática taiwanesa.
También, está el caso de la Argentina donde el Gobierno del chino de Xi Jinping facilitó unos USD 5.000 millones a través del sistema swap, fondos de libre disponibilidad o más directamente un préstamo contingente.
El gigante asiático llega por lo general con su atractiva ecuación “Ganar-Ganar”. O al menos eso era hasta hace poco, con la condición de romper vínculos con Taipéi.
El esquema es el mismo en todos los continentes. Camino a imponer su hegemonía, se apuntan para ampliar las relaciones comerciales con miles de millones de dólares, aportando en la construcción de líneas de comunicación aeroportuarias, infraestructuras industriales gigantescas, conexión de trenes y control de puertos, siempre que esas megainstalaciones permitan el avance y la participación de las compañías chinas y el acceso a los recursos naturales de interés para el fortalecimiento del mercado chino fuertemente controlado por el Gobierno.
A Pekin poco o nada le importa si se tratan de países democráticos, si se respetan los derechos humanos o el cumplimiento de leyes de protección ambiental, que bien puede interpretarse como una aparente no intromisión en asuntos internos, aunque es el que impone finalmente la reglas.
En los últimos años Paraguay se erigió en el bastión de resistencia al avance de China en América Latina, al ser el único aliado diplomático de Taiwán; una situación que le ha valido quedar en la disputa -que se perfila intensa- entre China y Estados Unidos por el posicionamiento geopolítico en Latinoamérica.
Por su parte, Taiwán perdió varios aliados, pero sumó alianzas indirectas de otras potencias que ven con recelo el avance de China, entre ellos, países europeos, asiáticos y Estados Unidos. Y es que al final está todo tan conectado que el foco de esta pugna se instala ahora en la hidrovía Paraguay-Paraná.
Argentina abrió una licitación para la ruta fluvial y admitió -vía Cancillería- que hay interés de China. Paraguay firmó un acuerdo con Estados Unidos para la “Elaboración de un plan maestro para la navegabilidad del río Paraguay”, que permitiría indirectamente a los estadounidenses bloquear el cerco que pudiera aplicar Pekín a Paraguay y su infuencia en la región.
Entre tanto, Paraguay puede tener en Taiwán a un socio confiable con el que tratar de igual a igual. Pero Taiwán también debe mejorar la oferta. Dejar el romanticismo de la amistad por una política más firme y pragmática sobre intereses comunes. Al fin al cabo todos queremos Ganar-Ganar.