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Cuando no sos parlamentario o “autoridá” toca ir a hacer la denuncia a la comisaría más cercana. Ahí te alcanzan un formulario, te lo firman, te lo sellan, y unos días después te dan la copia de tu denuncia. Los agentes del orden “ni un inmutarse” cuando se les da la descripción del asaltante y la ubicación del GPS desde donde el aparato emitió por última vez una señal. Alegan tener “luego muchas denuncias” por robo de celular y no “van a estar yendo” a investigar cada robo ya que tampoco tienen “combustible” para patrullar.
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Es una realidad de la que tenemos cero pruebas pero cero dudas que algunos policías (repito, algunos) “trabajan” con los asaltantes (chorros, motochorros, caballos locos) sabiendo perfectamente quiénes operan en tales o cuales cuadrantes.
En sus redes sociales la Policía Nacional anunció ayer con bombos y platillos que la “rápida reacción” permitió recuperar el celular de Vallejo. “En prosecución a un hecho de hurto, la Policía mediante trabajo de inteligencia y seguimiento al sistema GPS, logró ubicar y recuperar un aparato celular, perteneciente a una integrante del cuerpo legislativo”.
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Muy bien, felicitaciones... esto nos demuestra que en este país hubo, hay y habrá ciudadanos de primera y segunda clase. Para los “honorables”... hasta alfombra roja. En otras circunstancias no hay ni personal ni patrulleras para simular aunque sea que se interesan en una denuncia.
Este tipo de situaciones nos llevan a plantear de manera urgente el tema de la reforma policial, cuyo tratamiento en particular fue aplazado para abril de este año y en la que se propone, entre otras cosas, un nuevo modelo que aborda la seguridad de manera puntual.
Así como un sistema de ascensos de grados basados en los principios de idoneidad, meritocracia, transparencia y competitividad. Subrayamos competitividad, para abordar TODOS los casos, no solo para cuando la víctima es una autoridad.