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Estonia, Letonia y Lituania tienen idiomas y culturas nacionales diferentes, pero comparten una larga historia de ocupación por poderes extranjeros. Comenzando con las Cruzadas Bálticas del siglo XII, la región fue ocupada periódicamente por alemanes, daneses, suecos, polacos y luego por rusos zaristas por casi dos siglos.
En 1917, tras la abdicación del Zar Nicolás II en Rusia, entre el desorden causado por la Primera Guerra Mundial y la revolución comunista, las naciones bálticas buscaron obtener su independencia. Los pueblos bálticos tuvieron que enfrentar ocupantes alemanes y bolcheviques, y la independencia costó un alto precio humano. Para verlo en contexto, Estonia, que tenía una población aproximadamente de un cuarto de la de las colonias americanas en 1776, sufrió el doble de bajas que Estados Unidos durante su guerra por la independencia.
Durante la Segunda Guerra Mundial, en 1940, el Ejército Soviético invadió las naciones bálticas, derribó los gobiernos y asesinó o exilió virtualmente a todos los líderes políticos y de negocios de Estonia, Letonia y Lituania. Entonces Stalin anexó los países bálticos alegando que habían “solicitado” ser parte de la Unión Soviética. Trágicamente, la comunidad internacional no ayudó a los países bálticos, y la ocupación soviética duró cincuenta años.
La política soviética de “rusificación” implantada fue equivalente al genocidio cultural; pretendía alterar la psicología colectiva báltica. El ruso devino idioma oficial, se prohibieron las banderas nacionales y las canciones patrióticas, y miles de rusos fueron llevados para diluir la pequeña población étnica de los estados bálticos.
Pero los pueblos bálticos compartían el amor por las canciones, y las canciones pueden ser armas poderosas. La idea de cantar como forma de resistencia tiene una larga historia en los países bálticos. En el siglo XIX cantaban para desafiar al Zar. Posteriormente, cuando a los países bálticos se les negó libertad de palabra bajo la bota soviética, encontraron la vía de rebelarse cantando canciones patrióticas prohibidas. Durante la ocupación soviética cantar resultó su arma preferida.
Cuando Mijail Gorbachev llegó al poder en la Unión Soviética (1985) los pueblos bálticos comenzaron a poner a prueba sus políticas de reestructuración económica (perestroika) y libre expresión (glasnost). El 23 de agosto de 1989, como parte de la Revolución Cantada que duró más de cuatro años, los pueblos bálticos crearon una cadena de dos millones de personas cubriendo de Estonia a Letonia y Lituania, desafiando a los ocupantes soviéticos.
En 1991, cuando los soviéticos buscaban recuperar control sobre las recientemente independientes naciones bálticas, cantar era la única defensa disponible de las tres naciones, y sus ciudadanos respondieron con reuniones masivas cantando. Gorbachev, ante la perspectiva de tener que asesinar a miles de civiles desarmados, apoyó finalmente que las naciones bálticas mantuvieran su independencia.
Todavía la presencia rusa permanece. En Estonia y Letonia la población étnica rusa sobrepasa el 25% de la población total. Tras la intervención militar rusa en Ucrania y la anexión de Crimea, las naciones bálticas sospechan mucho de las ambiciones del Kremlin en la región e intentan integrar mejor sus poblaciones étnicas rusas. Los estados bálticos son miembros de la OTAN, pero temen la repetición de la invasión soviética en 1940, cuando el mundo libre no acudió en su ayuda.
La mayoría de nosotros no pensamos en cantar cuando consideramos revoluciones, pero la no violenta Revolución Cantada terminó victoriosa sobre una violenta ocupación armada. La improbabilidad de tres pequeñas naciones derrotando cantando al poderío militar soviético es una valiosa lección táctica para quienes aman la libertad en cualquier parte. Pero Putin no es Gorbachev, y los cantos no detendrán los tanques de Putin. Si sucediera eso, esta vez el mundo necesitaría escuchar las maravillosas voces libres de los pueblos bálticos. [©FIRMAS PRESS]
* Investigador Senior en el Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami, y es autor del libro Mañana in Cuba. Su último libro “Libertad para Novatos”.