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Ante la inoperancia, la burocracia o el desinterés de las autoridades educativas por poner en condiciones el local escolar, ellos mismos se ocuparon de reparar baños, luces, pintar la escuela, y poner en condiciones el lugar para que sus hijos puedan asistir a clases en un ambiente seguro y agradable.
El electricista ayudó a poner en condiciones el sistema, cambiar lámparas, otros aportaron dinero para la compra de cables, pintura, o ayudaron en tareas de plomería, todos motivados por un interés común: el que sus hijos asistan a un lugar seguro, atractivo, adecuado para algo tan importante como es el desarrollo del proceso de aprendizaje.
Similar medida tomaron con el almuerzo escolar. Suplen la falta del aporte nutricional con sus propios medios, ante la demora de la burocracia estatal en proveer de ese recurso, que está previsto recién para marzo.
Estas acciones, que para muchas familias escasas de recursos pueden implicar un gran esfuerzo económico, demuestran un grado superlativo de interés de estos padres por la formación de sus hijos. Un ejemplo digno de ser imitado.
Ello no debe interpretarse como una resignada posición de relevar al Estado de su responsabilidad, pero es una buena forma de demostrar que esta comunidad educativa no se queda de brazos cruzados ante la desidia (por decir lo menos) de quienes administran los recursos públicos y tienen obligación de eficiencia.
La educación es un fenómeno social que está en el centro de la vida de un pueblo. Una sociedad desinformada, ignorante, poco preparada, es el mejor escenario para que políticos demagogos, autoritarios, corruptos, tengan predicamento.
No es casual que en países donde campean el atraso, el autoritarismo, la corrupción, la educación de calidad no está precisamente entre las prioridades de los gobiernos. Es un círculo vicioso difícil de romper. Nuestro país no está ajeno a ese fenómeno. En este contexto, la iniciativa de la comunidad educativa (padres, docentes) de esta modesta escuela adquiere relevancia y es un alentador ejemplo de que cuando hay interés, suma de voluntades, y fundamentalmente conciencia de la importancia de la intervención individual y colectiva, se pueden cambiar las cosas.
Si este ejemplo de conciencia y responsabilidad ciudadana lo trasladáramos a otros aspectos de la vida social, fundamentalmente el político, estaríamos liberando al país de los lastres que le dificultan avanzar.