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Atraídos por los bajos precios y la accesibilidad de las tierras, se instalan en la región numerosos extranjeros de diferentes nacionalidades, aunque sobresalen los brasileños y últimamente los uruguayos.
Muchas de estas propiedades adquiridas por los mismos se encuentran a escasos kilómetros de la frontera, violando así las propias leyes nacionales que hacen referencia a la soberanía.
No existe una política de parte de las autoridades nacionales con programas de asistencia para las familias compatriotas, que les ayude a seguir fomentando el rubro de la ganadería. Esto se puede percibir en los pequeños ganaderos quienes sobreviven en medio de una tremenda precariedad.
A la hora de conseguir créditos blandos en bancos o financieras, los ganaderos son explotados y, al no poder generar el ingreso suficiente para saldar las deudas con estos acreedores, se ven obligados a vender sus propiedades a precios bajos, ante el riesgo de quedar sin nada.
En lo que se refiere a la asistencia ganadera, tampoco se percibe la ayuda técnica, de cómo tratar de mejorar la producción, y así aumentar la cantidad y la calidad del ganado.
Cuando se producen la sequía, o las inundaciones, que acarrean numerosa mortandad, tampoco reciben ayuda. Y, ante estos fenómenos, se sienten abandonados por las autoridades, y llegan al extremo de vender sus propiedades.
En este triste panorama, las antiguas y enormes extensiones de propiedades de familias paraguayas, actualmente están pasando a ser de posesión de extranjeros, sin que esto represente ninguna xenofobia. La realidad actual, son pequeños ganaderos, quienes buscan sobrevivir, a pesar de que la gran mayoría carece de tierras propias, notándose así el fenómeno del desarraigo en este distrito chaqueño.