La virtud de la puntualidad

Las dos chicas alemanas llegaron felices de la vida hasta el club a donde habían sido invitadas por unas nuevas amigas hechas un par de semanas atrás, para practicar con ellas los pasos de baile del carnaval. Para las jovencitas europeas, que se encontraban haciendo un voluntariado en Encarnación, aquello era toda una novedad: En Alemania esta festividad se celebra de una forma completamente distinta. Así que, el día señalado fueron hasta el lugar y se presentaron correctamente 10 minutos antes… para encontrarse solas en medio de un patio gigantesco y vacío.

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“En seguidita ya han de llegar las otras chicas” les había indicado momentos antes el guardia en la entrada, más preocupado en realidad por ubicarse bien de frente a su ventilador que en el horario establecido para la práctica de los bailes. Así, las alemanitas buscaron alguna sombra para sentarse a esperar que se cumpliera ese “en seguida”, cosa que ocurrió aproximadamente 45 minutos después, con la entrada de los primeros integrantes de la comparsa.

Más tarde y ya habiendo llegado el equipo completo, en ningún momento se habló sobre la hora: Ambas fueron presentadas a todo el grupo de baile y recibidas con muchísimo cariño, les enseñaron a sambar con ritmo y gracia y más tarde formaron parte de la ronda de tereré y hasta les invitaron a comer alguna cosita, pasando de esta forma una jornada por demás agradable y haciendo nuevas amistades. Estuvieron por un par de meses más en nuestro país, y lloraron de tristeza cuando debieron volver habiendo terminado su voluntariado. Durante muchos años, cuando relataban sus anécdotas y experiencias en el Paraguay, indefectiblemente estaban presentes en sus relatos aspectos relacionados a la genuina cordialidad del paraguayo, el calor, los millones de mangos en las calles y el desapego al horario.

La puntualidad es definida como la virtud de coordinar cronológicamente las actividades para cumplir con las tareas, siendo indispensables la organización y planificación anticipadas. Implica un compromiso y respeto para con nosotros y los demás. Tiene directa relación con la eficiencia de las sociedades y las organizaciones, siendo el ejemplo más palpable el de los japoneses, en cuya cultura un solo minuto de tardanza ya se considera impuntualidad, y en donde se espera que la persona que llegará tarde a una cita acordada avise con anterioridad y dé una explicación válida, de modo a no faltar al respecto a los que sí se atuvieron a los tiempos acordados.

En los actos públicos, así como en las reuniones de las que participan muchas personas y en las que la ausencia o llegada tardía de una de ellas perjudica a todas, el impuntual se arriesga a la crítica generalizada y hasta a algún estirón de orejas, cosa que le ocurrió a un candidato hace un par de días. Merecida o no, recibió una reprimenda que seguramente le habrá molestado y de la que ojalá aprenda, ya que su tiempo no es más valioso que el de los demás.

El apego al reloj no es ciertamente un punto fuerte de nuestra cultura, en donde las invitaciones se cursan esperando luego que los invitados lleguen media hora tarde –como mínimo- siendo posteriormente un problema la hora en que deben terminar los eventos, así como el timing para desarrollar las diferentes etapas de los mismos. Llegamos tarde porque sabemos que los demás también harán lo propio, y tiramos tarde el asado sobre la parrilla porque tenemos miedo a que nos salgo seco. Y tendemos a defendernos diciendo que “así nomás somos”, cosa que es absolutamente falsa, porque el paraguayo que sale para trabajar o estudiar asimila casi en forma inmediata la importancia de los horarios y no tiene mayores problemas. Éstos, son exclusivos fronteras adentro.

Investigando el ranking de países considerados más puntuales encontramos a Japón en primer lugar, seguido por Alemania, Suiza, Suecia, el Reino Unido y así sucesivamente. También hay un listado de los países conocidos por exactamente lo contrario, pero vamos a evitar mencionarlos para no herir susceptibilidades, la nuestra principalmente.

Contaba una persona que trabajó por muchos años con un mecánico alemán que, además de los conocimientos y experiencia, adquirió el hábito de ser puntual a rajatabla, al punto de llegar cada día a su trabajo 15 minutos antes de la hora, y riéndose continuaba relatando que a aquéllos que llegaban “solamente” cinco minutos antes de la hora el teutón los espetaba diciendo mientras señalaba su reloj “casi, casi llegaste tarde”. El final de esta anécdota no incluye lo que pasaba con quienes llegaban reiteradamente en forma tardía, pero como que es fácil de imaginar.

La práctica de la puntualidad es una virtud, que honra a quienes la practican tanto como a todos los que se benefician de ella, y dice mucho de las personas, organizaciones y sociedades. Es bueno hacer lo posible por aplicarla tanto en las pequeñas cosas como en las importantes y jamás olvidar que, al margen del cargo o rango que alguien pueda tener, jamás estará exento del deber de cumplirla, es más, cuanto más elevada la posición del susodicho más se espera su apego a ella.

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