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En general, estas actitudes son síntomas que surgen espontáneamente en los que la persona se halla tan consustanciada y habituada en desarrollarlos que no toma siquiera consciencia que tal sistematización ha conformado un estilo personal. Por ejemplo, confecciona realidades en la acción -profecías autocumplidoras-: tanto se queja y aqueja que hace que la persona tenga una actitud negativa frente a la vida que termina construyendo situaciones en donde confirma sus ideas negativas. Si yo pienso y pienso rumiantemente que cuando realice mi entrevista de trabajo voy a fracasar y el evaluador pensará que yo no soy apto para ese cargo, entraré en escena tan tensionado y ansioso, mostrando tanta inseguridad que de seguro ¡no seré tomado para el puesto!, y nuevamente tendré otra justificación para quejarme, más allá de confirmar lo que suponía inicialmente.
Cualquiera de esta trilogía acompaña a cualquier trastorno, exacerbándolo e incrementando el malestar. Si tengo una gripe, dolor de cabeza, angustia, pánico, trastorno alimentario espasmos gastrointestinales, desde el más simple hasta el más complejo puede resultar un buen aval para quejarme y de esa manera incrementar mi malestar. Si tengo una migraña y me digo Es posible que no pueda estar bien…. siempre me tiene que pasar algo, ahora podría estar disfrutando de la película y me duele la cabeza, ¡que vida de porquería!, y claramente este repertorio me incrementará el dolor de cabeza.
Construir libretos para quejarse
Como se verá las tres características tienen que tener un libreto, es decir, un prototipo de situaciones fallidas o que causan malestar para lograr o rumiar o quejarse o criticar. A muchos de los sujetos de esta fauna, les cuesta resolver el libreto porque se quedan sin texto para desarrollar cualquiera de las tres actitudes, entonces resisten a modificar las situaciones problemáticas porque ¡qué harían si no pudiesen criticar o quejarse!. Perpetúan entonces sus problemas en pos de continuar manteniendo su actitud.
Mientras que las quejas y las críticas son explícitas, es decir, en voz alta: se dicen, se gritan, las rumias son mentales se mastican en nuestra mente y si llegasen a explicitarse se transforman en quejas o críticas. Las quejas son mas impersonales y si alguien se aqueja se queja de sus propios defectos. Las críticas son mas interactivas (van dirigidas a otro), aunque si las críticas van hacia sí mismo se transforman en autocríticas. Las tres se centran en lo que se consideran aspectos negativos –los defectos- propios o de los demás. Son hábiles detectores del defecto por mínimo que sea y poseen un radar interno para ve la paja en el ojo ajeno, como dice el dicho popular, más aún, los criticones no solo ven la paja en su propio ojo sino el tronco en el ojo ajeno.
Las personas hiperexigentes que son expertos en señalar lo que falta, tienen un excelente libreto para quejarse o criticar, total que ejercitan su sobrexigencia y aprovechan en quejarse, es decir matan dos pájaros de un solo tiro. Un detalle no menor tiene que ver con la tendencia de los criticones a la envidia. La envidia es un sentimiento oscuro y descalificante, y se opera mediante la crítica, desmereciendo cualquier adelanto o logro del interlocutor que se transforma en un enemigo a quien hay que destruir aunque con cara de mejor amigo.
Esta categoría de humanos, en la opción de observar un vaso medio lleno o medio vacío, se especializan en observar la parte que falta. Y no son pocos: resulta increíble, que teniendo la oportunidad de connotar positivamente la vida, en general, se refugian en actitudes de crítica y queja remarcando las cosas que se podrían haber hecho y no las que realizaron, y envidien en cambio de admirar. Pero, no se trata de no observar lo negativo o lo que falta. Señalarlo posibilita también pulir acciones, rectificar errores y mejorar nuestros resultados. Nos referimos en especial, a señalar lo negativo mediante el predominio de la queja y la crítica creando una forma de ver y construir la realidad y bloqueando el accionar para el cambio.
Quejarse o criticar bloquea la acción
La queja es un mecanismo que obtura la posibilidad de desarrollar una modificación en la acción. Mientras que las personas se quejan y critican, se posicionan mirando el problema y estancándose en él. Incrementan así la protesta inicial, alejándose cada vez más del camino de la solución. Además, el siempre marcar lo que falta, lleva inevitablemente a la frustración: por más que se haga lo que se haga, se podría haber hecho un poco más. Dicho de otra manera, un factor asociado a la queja es la inacción, puesto que mientras el quejoso o criticón expresa su mantra quejoso, las acciones son suplidas por el lamento, con lo cual al no llevarse a acciones concretas que se traduzcan en soluciones, se produce un bloqueo que favorece continuar quejándose, formando un círculo vicioso eterno.
Como se verá, las críticas y las quejas son descalificantes, razón por la cual se encuentran en el extremo opuesto a la buena autoestima. La valoración del quejoso es calamitosa, tanto para sí mismo (por su propia autocrítica) que lo lleva a ver negativamente su personalidad y hace que su radar interno vea los aspectos negativos de sus interlocutores. Razón por la que es factible que genere repulsa en su entorno, porque a nadie le gusta esta en convivencia con gente que permanentemente este señalado lo que no se hizo, lo que no se tiene, lo que falta, o el error. Por eso, la gente elude al quejoso o al crítico. El quejoso resulta pesado, tedioso para su entorno, entonces las personas se escapan de el o de ella: ¡Uhhhh ahí viene María!, ¡Hola Juan justo nos íbamos!
Es muy difícil hacer una crítica constructiva. La crítica es crítica, marca lo que falta y es descalificatoria. Porque además del contenido de la crítica o queja se le acopla la forma: la tonalidad de cómo se expresa, la cadencia, la expresividad del rostro, el movimiento de manos, las expresión del cuerpo en general. Unidos contenido y forma, hacen una sinergia de la emisión quejosa o criticona que logra su objetivo: el rechazo (tanto a sí mismo como a los demás), aunque muchos criticones utilizan la crítica para descalificar al otro y colocarse en un up de superioridad, para no sentirse tan patitos feos en las relaciones, porque en la comparación siempre salen en desventaja, siempre se sienten menos.
Transformar la crítica en pedido
Muchas críticas, principalmente las que se dan en marcos afectivos como las relaciones de pareja o materno o paterno filiales, encubren pedidos. Es decir, se critica pero en la esencia de la crítica se encuentra un pedido tácito. Si el hijo adolescente le grita a la madre ¡Nunca estás conmigo siempre estas ocupándote de otras cosas y no me escuchas! Está diciendo: Mamá te quiero y necesito que estés mas conmigo. Si el marido critica a su mujer: ¡Siempre te acuestas temprano y no compartes nada conmigo!!, la traducción a pedido sería: Me encantaría que estuvieras mas conmigo un rato y pudiésemos conversar.
Pero cuando se pide se tiene que tener en cuenta las posibilidades y los recursos del otro, porque sino siempre serán los pedidos destinados al fracaso. No se le puede pedir Sandías a una lechuga, ni que él sea rubio y alto cuando es moreno y bajito. Siempre los pedidos deben estar hechos dentro de consonantes reales, porque sino se termina criticando al otro cuando se hacen pedidos imposibles. Y esto es una trampa: siempre pedir al otro dentro de un margen de posibilidades reales.
Muchas veces las personas han pedido y pedido y cuando fracasan las respuestas a tales solicitudes se termina criticando. La crítica, entonces, resulta de pedidos frustrados y expresa la bronca.
Cuando critica, el criticón-quejoso se coloca en una posición por arriba. Siempre la crítica se dice como quien la emite es perfecto y tiene la capacidad de evaluar y juzgar el acto del otro. Eso hace sentir rabioso al interlocutor. Diferente resulta el pedir, donde uno se ubica par y par al otro, inclusive a veces relacionalmente por debajo. Cuando uno pide valoriza al otro, lo hace sentir afectivamente importante. En la crítica se pasa factura, se descalifica al otro. Entonces Mas vale pedir que criticar…