Cargando...
El agotamiento de los esteros y tajamares, sumado a la falta de pastos y forrajes para alimentar a los animales ponen en jaque a los productores pecuarios que, por tres años consecutivos, están soportando las consecuencias de la sequía.
Por las características del territorio, la población del Ñeembucú sufrió décadas de total olvido por los sucesivos gobiernos nacionales. Durante años, soportaron los rigores del aislamiento por la falta de caminos de todo tiempo.
Hasta ahora, varios distritos sufren por falta de caminos transitables, precariedad en salud pública, educación y otros servicios básicos necesarios que no les permite alcanzar esa anhelada “vida digna” muy promocionada por los políticos, principalmente en temporadas de proselitismo, como actualmente. Al parecer, esta situación no les preocupa ni conmueve a las autoridades de turno y a aquellos que aspiran acceder a cargos electivos.
A pesar de las reiteradas malas experiencias por inundaciones y sequía, ninguno se dignó a diseñar un plan para acabar con el problema, sea a largo, mediano o corto plazo. Implementan soluciones a medias o “parches” para calmar “momentáneamente” los reclamos de la gente.
Si los políticos o autoridades de turno tuvieran una visión más amplia, ningún productor estaría sufriendo el impacto de la sequía ni pidiendo apoyo con la perforación de pozos artesianos, provisión de motobombas y forrajes para sus animales.
Si realmente las autoridades implementaran una política seria, de apoyo a los pequeños y medianos productores, otra sería la historia. Mientras eso no ocurra, los fenómenos climáticos y los mal llamados políticos seguirán golpeando a los agricultores y tamberos, cuyos ingresos dependen de la venta de sus cosechas, de la leche y el queso.