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De acuerdo con la difundida leyenda, el luisón es el séptimo hijo varón sucesivo que se convierte por las noches en perro, negro y enorme. Causa mucho miedo por su ferocidad.
En compañía del fotógrafo me fui atraído por la noticia inverosímil. El comisario, orgulloso de su procedimiento, me condujo al patio donde estaba un hombre flaco, pálido, de mediana edad, sin camisa. Gritaba incoherencias amarrado a un poste, bajo un sol inclemente. Decenas de personas, a su alrededor, comentaban vivaces el nunca visto luisón en forma humana.
La versión del comisario fue que en la víspera, poco antes de la media noche, se le vio a un enorme perro negro trotar hacia un montículo acompañado de nerviosos ladridos de otros perros. Fueron estos ladridos los que despertaron a los vecinos. Uno de ellos gritó: ¡Luisón! Enseguida le respondieron en coro ¡Luisón! Un grupo, con revolver y machete, siguió las huellas del perro que habían visto, o creyeron haber visto, pero se les perdió en un matorral. Al día siguiente, temprano, volvieron al sitio y encontraron dormido a un hombre. Lo maniataron y le llevaron a empujones a la comisaría. ¡Era el luisón!
Después de la publicación se liberó al detenido con la intervención de los familiares. Se trataba de un tal Benítez, residente en Barrio Obrero, exestudiante de Derecho hasta el segundo curso cuando su mente sufrió un trastorno y luego dado a la bebida alcohólica.
Este hecho veraz me sirvió para escribir una obra de teatro, “El grito del luisón”. Le agregué, o resalté, un hecho común en política: utilizar la superstición y la ignorancia de la gente para beneficio personal.
Con el Plan de Transformación Educativa pasa exactamente igual. Alguien vio o le comentaron del Plan, y gritó ¡Luisón! Como el caso de Posta Ybycuá, nadie se pregunta del contenido, ni le interesa. Le dijeron que es un luisón y persisten en su fanatismo ciego que, a igual que la leyenda, se extiende la superstición por todo el país. El último efecto –o el penúltimo- se dio en estos días cuando en San Pedro numerosas personas clausuraron la transitada ruta por ¡14 horas! en protesta por un Plan que les dijeron que era un luisón. ¿Y quiénes les dijeron? Los que saben que el luisón no existe pero les hacen creer su existencia. Son los que siempre trafican con la ignorancia de sus compatriotas. Para ello, primero tienen que hacerlos ignorantes. ¿Cómo? Evitando por todos los medios que se instruyan. Es lo que hacen, también esta vez, con el rechazo de la ayuda de la Unión Europea para el ministerio de Educación y Ciencia.
Ese aporte europeo incluye el desayuno y merienda escolares. No es un secreto que muchos padres envían a sus hijos para que se alimenten en la escuela porque en la casa nada hay para comer.
Frente a esta realidad cotidiana, la diputada cartista, Cristina Villalba, al rechazar la colaboración europea salió a decir que “una mamá laboriosa hasta va a tostarle el maní a su hijo”. Es fácil con un salario de 35 millones de guaraníes mensuales, sin hacer nada, despacharse contra las madres que desean educar y alimentar a sus hijos. Una madre que vive en la pobreza extrema, y que son cientos de miles, ¿dónde va a encontrar dinero para comprar maní ni mucho menos cultivarlo?
Por una razón muy sencilla el cartismo juega fuerte por el rechazo de la colaboración europea: percibió que del Plan de Transformación Educativa derivaron, y se extendieron como una peste, los supuestos próvida y profamilia, cuyos votos se apetecen.
El cartismo y sus seguidores encontraron el perfecto luisón para agitar la superstición y la ignorancia y sacarle partido. No importa que los niños pobres pasen hambre ni se priven de estudiar.