Desnudar la injusticia

En una película cuyo nombre no recuerdo, el joven abogado recibe la misión casi imposible de defender a un homicida, que no desea defenderse, por no confiar en el sistema de justicia. Para más debe enfrentar ante la Corte a su exprofesor, un prestigioso jurista que en la época anterior trabajó para el régimen nazi, y ya restablecida la democracia y la paz, defendiendo a criminales nazis.

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De hecho, el cliente del joven abogado es una víctima del régimen nazi. A su padre lo asesinaron por negarse a colaborar, y quien daba las órdenes lo obligó a presenciar el fusilamiento, la agonía y la muerte del padre. Muchos años después, aquel niño buscó al criminal que fusiló, además de al padre, a otros 19 civiles, que se negaron a colaborar. Lo encontró y lo mató, luego de haber sido rechazada la denuncia judicial que formuló la familia.

Todas las pruebas del asesinato del exjerarca nazi incriminaban a su cliente. Todas las pruebas que podrían demostrar que el homicida fue empujado a vengarse fueron habilidosamente ocultadas por los responsables sobrevivientes del régimen de terror y con suficientes influencias para maquillar las injusticias luego del cambio de régimen, de uno arbitrario y criminal a otro legal.

La lucha del joven abogado ya no fue defender a su cliente –a quien “suicidaron”– la noche antes del juicio, sino hacerle reconocer públicamente al prestigioso jurista nazi que a pesar del cambio de régimen, de uno malo por otro bueno, la justicia no puede ser buena mientras sea manejada por personas sin principios y jueces sin coraje.

En la condena judicial a la directora de ABC Color y a un periodista, perdemos tiempo fusilando al mensajero. Como diría Calé, en una ronda de cafecito alguien bajó la línea sobre cómo proceder y el juez lo ejecutó. Todos los días en muchas partes del mundo un “jerarca nazi” está ordenando fusilar a decenas de víctimas, pero ahora ya no en paredones, sino en imputaciones fiscales o diferentes salas de tribunales judiciales.

Desde que el poder se convirtió en una empresa inmobiliaria que lotea los poderes de acuerdo a los intereses en pugna, estalla una crisis y la empresa se encarga de convocar a los dueños de lotes a presentar sus demandas. La técnica consiste en preguntar a cada uno qué desea y qué está dispuesto a dar a cambio.

La Embajada tiene como objetivo superior en estos momentos ser dueña de la próxima Fiscalía General y ya saben cuánto promete dar a cambio. Marito lo permitió y sale en la foto colgado del saco del embajador para dar la sensación de que EE.UU. lo apoya a él y a su candidato en las internas. Una poderosa bancada también quiere esa próxima Fiscalía, pero sabe que tiene mucho en contra, entonces pide la cabeza que tanto odia y con quien compite infructuosamente en la preferencia de la opinión pública. Parte de la oposición pide la cabeza de Antonio Fretes por el escándalo de la coima y a cambio votará según los acuerdos arriba cerrados. Por eso es injusto matar al mensajero, que para tratar de salvar su prestigio reduce la pena en contra de ABC al mínimo posible.

Nunca nadie encontrará prueba alguna sobre lo que estoy diciendo del loteamiento de poderes para sacar provechos sectoriales y fusilar inocentes luego de alinearse las fichas para un toma y saca, pero siempre el fusil de la justicia encontrará fácil las “pruebas” para condenar, aunque sea con un inciso, a la víctima de turno de los intereses en juego. En los acuerdos a que llegan las partes siempre debe haber un “interés superior” del sistema que satisfaga a todas las partes para reasegurar la supervivencia.

En este caso es tratar de expandir el miedo a la parte más vulnerable de la víctima, a los trabajadores de la prensa, sobre todo a periodistas cuyos salarios dependen de la buena cosecha por los medios legítimos y profesionales. Por eso la importancia de luchar siempre por la libertad de prensa, en todos los terrenos, porque detrás de estas miserias están los intereses realmente superiores del país, casi siempre a la deriva en manos de delincuentes de guantes blancos y cuellos duros. ¿Vale la pena defenderse ante la justicia en estas circunstancias? Sí, aunque sea para desnudar la injusticia, como lo hizo el joven abogado de la película que les comenté.

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