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Un día después de ese aniversario, el jueves 17, Berta Rojas se alzó con dos Grammy latinos. Ambos, el literario y el musical, galardones inéditos para la cultura paraguaya.
En un país en el que la cultura no es un ideal colectivo ni tiene sitio en ninguna extraviada política de Estado, los premios internacionales a nuestros creadores son escasos. Y cuando aparecen, rompen la hegemonía de hechos que nos deprimen y desalientan.
En 1989 el Cervantes para Roa nos aligeró del peso de 35 años de autoritarismo. Nos reconciliamos entonces con el mundo libre, y fue la literatura suprema del autor de El trueno entre las hojas la que nos guio hacia la nueva forma de relacionamiento.
Hoy Berta Rojas, con tan anhelado premio que por fin obtuvo, nos arrancó una exclamación de alegría luego de que ese mismo jueves nuestra exclamación fuera de furia al comprobarse documentadamente que la podredumbre sospechada del sistema judicial era patéticamente real.
El escarnio internacional a que nos exponen nuestros incomparables corruptos de exportación es ya fastidioso. Más aún por la altanería con la que el corrupto paraguayo alardea de su corrupción y de su impunidad.
Ante ello, lo de Berta es un bálsamo que nos transmite la sensación casi utópica de vivir en una comunidad en la que todavía emergen héroes culturales que nos restauran la autoestima.
Y ante la victoria de Berta es imposible sustraerse al recuerdo de Agustín Barrios, el Mangoré de las leyendas que para ser reconocido como el genio que fue debió marcharse de su patria. Berta es una de las principales difusoras de la obra de Barrios en el mundo, luego de la enorme tarea de rescate que realizaron Cayo Sila Godoy, Richard Stover, John Williams y otros. Stover escribió el más conmovedor y completo de los libros biográficos sobre Mangoré: Seis rayos de plata.
Los Grammy de Berta son como rayos que nos sacuden al conjunto de la sociedad. Instalan en la mente la idea de cuán importante es para el ánimo de la ciudadanía un logro de estos. Y cuán importante sería que nuestras figuras literarias, musicales y de otros géneros artísticos reciban el apoyo estatal que nos acerque al florecimiento de más talentos y la concreción de más triunfos.
Berta es genuina heredera de Barrios en su condición de intérprete virtuosa. Ella tiene en sus manos los seis rayos de plata de los que habla Stover al referirse a la guitarra de Mangoré. Entonces, para que siga despertando nuestras exclamaciones alegres que acallen los gruñidos de la bronca, le recuerdo el fragmento de un soneto escrito por Agustín Barrios en 1928:
Llevo en mí el plasma de una vida inquieta
y en mi vagar incierto, peregrino,
el Arte va alumbrando mi camino
cual si fuera un fantástico cometa.