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Después de dos años de mandato marcados por las secuelas de una pandemia, la investigación sobre el asalto al Capitolio y la volatilidad de la economía con una inflación galopante que al fin parece desacelerarse, los demócratas eran conscientes de que se enfrentaban a una dura prueba con un presidente cuyo índice de popularidad roza mínimos.
Sin embargo, tras una larga noche electoral las contiendas arrojaron resultados mucho más halagüeños de lo que esperaban y tal vez un factor que ha jugado a favor de los demócratas ha sido el de Donald Trump. Factor que, a su vez, ya ha invitado a la reflexión en las filas de un partido que, al menos hasta ahora, ha estado virtualmente secuestrado por el ex mandatario, convencido de que su respaldo garantizaba la victoria de quien pretendiera aspirar y de que sólo su candidatura a una reelección le aseguraría la victoria al partido republicano.
En una noche que no escenificó el tsunami que supuestamente iba a barrer de una punta a la otra, lo que quedó claro es que la Florida se ha convertido en el embalse de la marea roja que no se alcanzó en el resto de los estados. El gobernador Ron DeSantis fue elegido por segunda vez dejando muy atrás al demócrata Charlie Crist, un adversario débil que apostó por defender a ultranza el derecho al aborto en un estado en el que las políticas ultraconservadoras de DeSantis han hallado eco tanto en las áreas rurales como en las más urbanas. El triunfo del gobernador ha sido tan arrollador que se ha impuesto en el condado de Miami-Dade, donde en las últimas dos décadas no había ganado la gobernación un republicano.
A su victoria se sumaron la del senador federal Marco Rubio y la de la congresista María Elvira Salazar, ambos cubanoamericanos cuyas campañas hicieron hincapié en la falsedad de que sus oponentes demócratas eran “apologistas” del comunismo.
Sin duda, el discurso de la defensa de la “libertad” frente a una supuesta agenda socialista que han repetido DeSantis y todos los republicanos en la Florida prendió entre el electorado principalmente de origen cubano que domina el condado de Miami-Dade. Después del pasado martes, los expertos analistas pronostican que el gobernador será para la mayoría de los republicanos el ejemplo a seguir si quieren garantizar al máximo el retorno a la Casa Blanca en 2024.
Resulta ser que si algo se ha despejado en estos comicios legislativos es que la llave del éxito no la tiene necesariamente Trump, por mucho que el magnate neoyorquino haya pretendido confiscar esa imagen. Es verdad que DeSantis se subió muy pronto al carro del trumpismo y comprendió que la retórica de una nación dividida a la que hay que “salvar” del “adoctrinamiento woke” y devolverle el “orden” le granjearía votos entre los escépticos que hoy en día desconfían del sistema electoral, atraídos por las teorías de conspiración que culminaron en el ataque al Capitolio el 6 de enero de 2021.
Pero si Trump es el político estridente que gasta maneras de capo de la mafia incluso dentro de las filas republicanas, DeSantis tiene la habilidad de presentarse como el rostro más amable (y mucho más joven) del trumpismo, al extremo de ponerle la soga al cuello al ex presidente, quien no perdió tiempo en advertirle a su potencial rival que sería mejor que no aspire en 2024. Sin poder evitar sus malas mañas, ha dado a entender que podría sacarle trapos sucios a la nueva estrella del partido republicano.
Claro está, si a alguien le sobran prendas manchadas por doquier es a Trump, que juega con anunciar próximamente su candidatura, azuzado, en gran medida, por la urgencia de recuperar inmunidad ante la cantidad de procesos judiciales que enfrenta. Hasta ahora ha confiado en su capacidad de mantener secuestradas las voluntades de los republicanos, pero DeSantis se perfila como su mayor amenaza ante un partido que tendrá en cuenta quién es el verdadero valor en alza contra un presidente, Joe Biden, no tan frágil como lo pintan. Sin ir más lejos, desde los medios hasta hace poco afines a Trump ya se le responsabiliza del fiasco de estos midterms.
Más que un referéndum sobre el partido que gobierna –Biden y los suyos han salido más que airosos– estas elecciones legislativas han servido de termómetro interno para los republicanos. El tsunami puede desatarse en la Florida y anegar Mar-a-Lago. [©FIRMAS PRESS]
@ginamontaner