Política y espectáculos

La política es el arte de gobernar una nación. Si entendemos que el arte es la búsqueda de la belleza, en este caso no se refiere a eso. Los artistas como los pintores, escultores, actores, bailarines, cantantes, cineastas, magos, escritores, arquitectos y tantos más que no vienen a la mente, tratan de algún modo deleitar al espíritu. La política, un oficio tan serio y comprometido, posee, sin embargo, algún que otro parecido con algunas actividades artísticas que buscan fama y dinero. Por eso, en esta profesión, encontramos muchas personas que vienen de la farándula.

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Ese mundo sí que es amplio y variado. Allí se mezclan deportistas, modelos, empresarios, comunicadores, presentadores de televisión, animadores, diseñadores, artistas, futbolistas, bailarines, cantantes, políticos y algún famoso que ama las cámaras y la imagen. Puede también aparecer en la farándula, actores de teatro, escritores, psicólogos, sociólogos o filósofos. En los últimos años, sobresalen los panelistas o tertulianos que dan su opinión. Están los miembros del jurado de los espacios de entretenimiento y los espectáculos. Y los relatores y comentaristas de partidos de futbol u otros deportes. Es un universo muy variado, donde abundan chismes y escándalos. Como si esto fuera poco, se han introducido, metafísicos, astrólogos, tarotistas y clarividentes para leer el futuro. Esto entretiene, divierte y atrae más público. Como se ventila la vida privada de los famosos, no es difícil, ir a parar en tribunales, por tocar el honor de la gente.

La política no puede confundirse con la farándula. Eso está muy claro. Por cumplir un trabajo tan relevante como ser dirigir el destino de un país, no puede darse el lujo de perder el rumbo o entretener simplemente. Cuando hablamos de cuidar la economía, la salud, la educación y la seguridad de la población, no estamos hablando de tonterías o en broma. Cuando hablamos de costo de vida, de falta de trabajo, de una justicia ausente y de corrupción, no estamos hablando de temas intrascendentes. Nos estamos refiriendo a cosas que importan a todas y todos. Puntos que merecen debates y soluciones rápidas.

En las Universidades hay carreras para todas las profesiones. Para un político no hay facultad para recibir un título. En la calle, en el trabajo, en el día a día tendrá que aprender las lecciones más importantes. Y no son fáciles. Un político puede ser un abogado, un economista, un docente, un arquitecto, un ingeniero, un médico o un artista. Puede venir del mundo de los negocios o las empresas, puede ser un obrero, un campesino o un sindicalista. Lo importante es que tenga voluntad y capacidad para seleccionar un excelente equipo de trabajo. Un líder carismático y confiable. Una persona honrada, laboriosa, idealista y a la vez realista. Un verdadero estadista dispuesto a revolucionar y traer cambios para una mejor calidad de vida para su pueblo.

Un mal político, hace espectáculos patéticos. Pelea con su contrincante, con palabras soeces e irreproducibles, saca los trapos sucios al sol de sus rivales y no presenta argumentos interesantes.

Solo fomenta el morbo, el chisme y los escándalos. Parece un farandulerismo de mal gusto. Un circo patético y lamentable. Hay que cambiar esta forma de hacer política. A la gente le gustaría que los pre candidatos de hoy, en vez de gastar en gigantografías donde lucen como actores de Hollywood, gasten ese dinero en poner carteles que indiquen direcciones o nombres de ciudades.

O coloquen luces en lugares muy oscuros. O trabajen en limpiar plazas o parques. Que saquen un niño de la calle o un hermano indígena que recorre las calles. Que haga algo provechoso en vez de discursear al santo botón que ya nadie cree en versos ni en los Reyes magos. Si quiere meterse en la política haga ya ahora mismo algo positivo, porque los votantes ya no son tontos ni estúpidos.

Irá al cuarto oscuro, con la mente despierta, eliminando a los bandidos, corruptos y mentirosos.

blila.gayoso@hotmail.com

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