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En el INCAN, el sinónimo calvario se define como falta de fulvestrant, una droga utilizada para tratar el cáncer de mama y por cuya carencia muchos tratamientos se ven interrumpidos por largos periodos. Comprarla en el sistema privado tiene un costo prohibitivo para muchas pacientes (entre G. 1.800.000 y 2.000.000 la ampolla; se requieren dos por vez cada 15 días).
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Si ya es duro tener que lidiar con el diagnóstico, triplemente duro es lidiar con la incertidumbre y el desasosiego de encontrarse en un callejón sin salida cuando se busca alivio y tratamiento en el sistema estatal.
Ante esta calamidad solo quedan tres caminos: 1. Vender lo poco que se tiene, y generalmente a un precio muy por debajo del valor real del bien, con tal de tener “algo” para refugiarse en el sistema privado, que brinda efectividad pero es poco amable en términos monetarios.
2. Los que no tienen nada que vender, ven la forma de hipotecarse la vida (qué paradoja) para llegar hasta Clorinda para comprar el bendito medicamento que al menos en el vecino país cuesta entre cuatro a cinco veces menos que en el nuestro pero que implica otros sacrificios como el viaje y la disponibilidad de la droga.
3. O simplemente resignarse, encomendarse a Dios y rezarle para que a las autoridades se les ocurra una nueva forma menos burocrática para que el suministro del fulvestrant no se corte y que con eso termine la humillación de las enfermas. Ninguno de los caminos es el ideal, pero es el que se transita porque a nadie le importa de verdad la vida de las mujeres con cáncer de mamas.
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Puede que los procesos licitatorios sean largos y engorrosos como argumenta el Estado. Pero que en pleno Siglo XXI, con todas las herramientas informáticas y sistemas de filtros para asegurar la transparencia y los millones que se tiran en cualquier otra cosa, es inconcebible que este argumento le cueste la vida a muchas madres, hijas, esposas y hermanas.
Mientras no haya un cambio estructural, el Octubre Rosa es una pequeña gota de esperanza en el océano de calamidades sanitarias que padecemos en el Paraguay.