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A primera vista, podríamos decir que la condena obtenida por la fiscala Raquel Bordón es un logro importante y aleccionador. Sin embargo, está bien lejos de hacer temblar a quienes mantienen vigente y se benefician de la depredación y destrucción de la naturaleza.
Como se suele decir, la cadena se rompe por el eslabón más débil. En este caso, dos peones son los que irán a parar con sus huesos a la cárcel, pero todo ese esquema de corrupción que propicia esta grave situación, y que involucra a empresarios del negocio de la madera, policías, funcionarios ambientales, del Ministerio Público y hasta jueces, se mantiene intacto.
En este caso puntual, el denunciante del ilícito y que posibilitó la intervención policial que derivó en el caso judicial, Oscar Flecha, había advertido a la fiscalía sobre la existencia de un esquema de coimas que involucra a ambientalistas y policías en un esquema de protección al tráfico de madera, y que esto era verificable mediante una investigación de los giros de dinero efectuados por el traficante a los funcionarios de turno, vía celular.
Este esquema no fue investigado durante el juicio, y se perdió una magnífica oportunidad de demostrar la “magia” que emplean los depredadores para pasar sin ser vistos con sus enormes camiones cargados de madera frente a las comisarías y frente a los funcionarios forestales destacados en la zona.
La justicia “cumplió” enviando a dos ladrones de gallinas a la cárcel, pero ni se preguntó ni molestó a los que tiran la piedra y esconden la mano. Estos seguirán campantes en su traicionero cometido.
Mientras no se ataque el problema de fondo, la depredación de nuestros recursos naturales, apenas un ejemplo de las tantas otras formas de corrupción que asfixia al Paraguay, gozará de buena salud y vitalizadora impunidad.