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Por lo general, ninguna escuela enseña a ser padres. Tanto hombres como mujeres aprenden a desempeñar el rol de padres, del tipo de crianza con que ellos mismos han sido criados por sus progenitores. Siempre la familia es un baremo de identificación de personas, género, funciones, vínculos relacionales, que tienden a reiterarse o a confrontarlos, o sea, algunas se aceptan y se reproducen, otras se descartan conscientemente y otras se reproducen a pesar que no se aceptan. En conclusión, siempre la familia de origen es el patrón de referencia.
El decir te quiero, el abrazo afectivo, la buena comunicación y la puesta de límites son elementos importantísimos para lograr generar una crianza saludable, teniendo en cuenta tanto las actitudes voluntarias como las involuntarias, transmiten valores, creencias, formas de expresión afectiva, estilos comunicacionales, mandatos, pautas, significados, etc.
Qué tipo de padre o madre soy
Una de las mejores teorías conocidas del estilo de crianza fue desarrollada por Diana Baumrind. Clasificó a los padres y madres en cuatro categorías: autoritarios (decir a sus hijos exactamente qué hacer), permisivos (permitir que sus hijos hagan lo que quieran), democráticos (proporcionando normas y orientación sin ser dominantes) y negligentes (que no tienen en cuenta a los hijos y sus intereses están en otras áreas). Describiremos estas características:
Democráticos
Son padres equilibrados caracterizados por una comunicación frecuente y abierta, donde el diálogo es el mejor sistema para conseguir que los niños comprendan. Son exigentes y receptivos y están centrados en sus hijos y aspiran que, mediante el proceso de la crianza, ellos sean autónomos y maduros. Entienden los sentimientos de sus hijos y les enseñan a manejarlos. Generalmente no son tan controladores, lo que permite que el niño incursione en sus experiencias con mayor libertad, dejando así que tomen sus propias decisiones basadas en sus propias ideas.
Estos padres al apoyar la iniciativa personal de los hijos, les permiten que sean ellos mismos quienes resuelvan los problemas que se les presentan en el día a día. Ello conlleva a que la autonomía se afiance. Cuando colocan una punición explican los motivos del castigo que, por lo general, son medidos, no son severos ni arbitrarios, aunque suelen perdonar tratan de enseñar en lugar de castigar. Esto se supone que debe traer como resultado que los niños tengan una autoestima más alta y paulatinamente se vuelven más autónomos.
Proponen normas claras y establecen límites afectivamente. También permiten a los niños desarrollar su independencia y esperan un comportamiento maduro, pero siempre adecuado para la edad de los hijos, es decir un comportamiento acorde para su ciclo evolutivo. Valoran a los hijos y están atentos a sus necesidades y preocupaciones e intereses. Por estas razones, se lo considera el estilo más recomendado.
Autoritarios
Son progenitores hiperexigentes y no receptivos, y tienen altas expectativas con sus hijos. Imponen un régimen totalitario que se caracteriza por las altas expectativas de cumplimiento de normas familiares, y existe poco diálogo abierto entre padres e hijos y menos discutir alguna orden. Son padres con un estilo restrictivo que castigan cuando no se cumple lo que trataron de imponer y esperan que los hijos respeten el trabajo y esfuerzo que ellos realizan en la crianza. No facilitan el diálogo y, a veces, lo rechazan como medida disciplinaria, por ejemplo: hasta que no hagas lo que te digo no me vuelvas a dirigir la palabra y a menudo la única explicación que dan es del tipo porque yo lo digo.
Son menos sensibles a las necesidades de sus hijos, y tienen más probabilidades de golpear o gritar a un niño en lugar de discutir el problema. Los hijos que resultan de este tipo de crianza pueden tener menos habilidades sociales porque los padres por lo general le dicen al niño lo que debe hacer en lugar de permitirle que elija por sí mismo. Son progenitores que ejercen la disciplina sin otorgarles la mínima autonomía a sus hijos y la obediencia es considerada una virtud, por lo que se favorecen las medidas de castigo o fuerza.
Permisivos
Son padres y madres muy sensibles a las necesidades del niño y sus deseos, y se caracterizan por tener pocas expectativas de comportamiento para los hijos. Es un estilo de crianza en el cual los padres están muy involucrados, pero con escasas exigencias y cero controles sobre la vida de sus niños. Los dejan hacer, aunque se lastimen o dañen las cosas a su alrededor. La ausencia de límites impide que los hijos adquieran habilidades de autocontrol.
Los hijos de padres permisivos tienden a ser inmaduros, no controlan sus impulsos, ni son socialmente responsables, tienden a ser más impulsivos, y en la adolescencia pueden participar más en conductas marginales. Los niños nunca aprenden a controlar su propio comportamiento y siempre esperan salirse con la suya, o sea, esta crianza genera niños consentidos o niños malcriados que extreman sus conductas si no se hace lo que ellos quieren.
Negligentes
Estos padres y madres no son ni exigentes ni flexibles. A los negligentes también se les llama no implicados o desentendidos. Son fríos y controladores, generalmente no están involucrados en la vida de su hijo; no les exigen y no establecen límites ni los llevan a la adopción de responsabilidades. Los niños cuyos padres son negligentes desarrollan el sentido de que otros aspectos de la vida de los padres son más importantes que ellos.
Suelen omitir las emociones y opiniones de los niños, y no respaldan a sus hijos, pero proveen sus necesidades básicas (vivienda, educación, alimentación). Estos padres están a menudo ausentes emocionalmente y a veces, incluso, ausentes físicamente, es decir, aunque estén presentes físicamente hay incomunicación. No son o no pueden ser sensibles a las necesidades del niño y no les exigen nada en sus expectativas de comportamiento. Quienes han crecido y vivido en un ambiente negligente, en su vida adulta pueden presentar problemas en el estudio, emocionales y conductuales. La falta de afecto y de consejo de estos niños y adolescentes conlleva efectos muy negativos en el desarrollo, por ende, se sienten inseguros, desvalorizados y dependientes. Tienen dificultades en socializarse y dificultad de relación con sus pares, con baja tolerancia a la frustración.